"UK Supreme Court Ruling [on Women, Gender and Transsexuality]: The Triumph Of Reality – Louise Perry."
domingo, 27 de abril de 2025
viernes, 18 de abril de 2025
Encasillamientos genéricos
Retropost, 2015:
No se acaba de captar bien que
Hombres y Mujeres son (cada vez más, por cierto) dos castas sociales,
además de dos sexos.
Ayer me despedí sin saberlo del Congreso de Filosofía Joven, en
el Centro de Historias. Digo que sin saberlo porque pensaba volver por
la tarde a la sesión sobre la Crisis del Estado del Bienestar y la
Deuda, pero en lugar de eso me fui a una ortopedia y a tocar la
guitarra a la plaza.
Por la mañana la cuestión era la Crisis del Género, una serie de
ponencias feministas con bastantes toques lésbicos, algunos muy
militantes (una chica que habló sobre Audre Lorde, y que al parecer
quería restringir su universo al trato únicamente con mujeres); otras
en la línea
de Monique Wittig y Judith Butler, cuestionando la construcción del
género y la sexualidad y los encasillamientos. Otras hablaron sobre
lesbianas en provincias, bastante tendentes a no salir del armario
debido
a la falta de entorno y de asociaciones de apoyo mutuo. Y otra joven
habló sobre la prostitución, abogando por su legalización. (Supongo que
eso conllevaría pagar impuestos, además de contabilizarlo en el PIB
como hacen ahora. Y se reproduciría el eterno dilema: ¿Te lo hago con factura, o sin factura?).
Reconocía
la muchacha que en los países donde se ha legalizado la prostitución se ha producido
igual la división entre legales e ilegales, y no se ha resuelto desde
luego el problema, aunque queda la profesión menos estigmatizada. Parte
de la finalidad del prohibicionismo dominante es, claro, precisamente,
esa estigmatización. Le pregunto a esta moza por las actitudes de los
partidos españoles, y parece ser que no son claras. El PSOE es más
prohibicionista y el PP más liberal (cosa de esperar); aunque hay
corrientes prohibicionistas y legalizadoras en ambos partidos, y
también en Ciudadanos o Podemos.... o sea, un panorama nada claro.
A cuenta de las lesbianas de Logroño, hubo bastante debate sobre una
cuestión sorpresiva. Muchas (siendo, técnicamente hablando, lesbianas)
rechazaban que se les aplicase el término. A algunas les parecía
ridículo, o no querían que se las considerase lesbianas, etc. Se
debatía sobre la falta de concienciación, y la interiorización de la
opresión, y demás, pero creo que la respuesta tiene otra dimensión. Que quizá
sea especialmente comprensible en un entorno donde muchas mujeres viven
esto como una división de personalidad, manteniendo una doble vida o
doble identidad que tendrá sus costes psicológicos. Pero una
circunstancia adicional es que esas mujeres no quieren ser "lesbianas
profesionales", es decir, definir su vida en torno a su identidad
sexual, como hacen muchas lesbianas en entornos más favorables. La
identidad es un teatro, y algunas, tras haber salido violentamente del
armario, sobreactúan su identidad, o quizá manifiestan el peso de los
traumas anteriores, con una actitud de liberacionismo profesional.
Es
comprensible que quien no sale del armario no se identifique con un
término que es especialmente bien recibido en quien lo vive como centro
y determinación de su identidad. Allí hay un elemento de represión,
pero también hay un elemento de "normalidad" en el mismo sentido en el
que a mí me extrañaría o me molestaría que me presentasen en una
conferencia, por ejemplo como "escritor heterosexual", o, pongamos
"escritor español" (si es en España la conferencia), o "escritor
aragonés". O como "escritor", vamos. Así que no es de extrañar que
muchas lesbianas no quieran "ir de lesbianas" igual que hay pingües
heterosexuales que "no van de heterosexual", aunque vayan. Sienten que
les encasilla, o que les define en exceso.
Y terminamos así con los encasillamientos. Tras muchas críticas y
vueltas al orden patriarcal y sus binarismos y sus encasillamientos
etc. etc., yo (en mi línea "Monique Wittig") propongo a la concurrencia que una manera de
luchar contra el encasillamiento es no rellenar la casilla donde dice
"sexo" en los impresos de la Administración. De esa manera quedaría al
menos oficialmente instituido el tercer sexo (o la alternativa al orden
sexual binario) por la vía de los hechos. Se instituiría el Tercer Sexo
(o Tercer Género más bien, pues aquí hablamos de imaginarios
culturales) en la forma del No sabe No contesta, o A Usted Qué le
Importa, o No me acuerdo.... etc. Tiene su encanto, lo de la
indefinición de dejarlo en blanco, pues también se dejan en blanco los
motivos por los cuales se deja en blanco.
Otras veces que he propuesto esto en entornos feministas me han
abucheado de una manera que no abuchean a la Wittig, diciendo que es
contraproducente, imposible, etc. (Y quizá lo sea). En Suecia lo hacen,
al parecer, y supongo que no desaparecen allí los encasillamientos. De
hecho me explican pacientemente aquí que la cuestión va más allá de una
casilla en un impreso (lamento dar la impresión de que supongo que la
cuestión se reduce a una casilla en un impreso, pero al parecer la doy).
A ver, la cosa es más factible en España que en otros países, pues una
vez suprimida por Aznar la mili varonil, y suprimidos por Zapatero la correlación necesaria entre biología y
encasillamiento genérico por una parte, y el requerimiento de tener
géneros distintos para contraer matrimonio, por otra, queda en la práctica prácticamente abolida
la diferencia sexual como diferencia administrativamente relevante. En
la mayoría de los impresos de la Administración, desde luego, es
totalmente gratuita la presencia de la famosa casilla "Sexo" —yo a
veces pongo "H", otras veces "V", otras veces "M", y nadie me pide
cuentas. Supongo que una hembra bien podría poner también "H" o "M", y
quizá hasta "V", yo qué sé. Piénsese que se consideraría
altamente ofensivo que en lugar de clasificársenos por mujeres / hombres se nos
clasificase por homosexuales /
heterosexuales. Tanta diferencia de consideración entre estas dicotomías no es normal,
o lo raro es que sea tan normal.
Una vez instituido el tercer sexo, o la tercera Casta, o la ausencia
oficial de género, seguiría
siendo relevante acogerse a un sexo si se quisieran obtener beneficios
administrativos asociados a él. Quizá adjuntando certificado
médico-anatómico-psicológico. Se supone que ahora van dirigidos esos
beneficios al "antaño oprimido" sexo femenino—en forma de cuotas,
beneficios legales de la duda, etc. Y quien se sienta oprimida por ser
mujer quizá así podría alegarle al opresor que no tiene respaldo
administrativo para considerarla mujer, por mucha evidencia adicional
que pudiese haber en contra. Como todo, esta alteración en la ley
podría producir efectos tanto positivos como negativos. Las puertas del
baño, por otra parte, podrían redistribuirse con provecho entre los
grupos Guarr@s / Limpi@s. (Que en la práctica ya está casi hecho, sólo falta cambiar la nomenclatura).
En los impresos donde es más relevante o crucial, en el Registro Civil,
el DNI, el pasaporte... etc., es más peliagudo lo de intentar dejarlo
en blanco. Ya es para activistas, y requeriría autorización especial de
la Administración el dejarlo en blanco. La cuestión es si la tolerancia
de esa indefinición es un objetivo deseable, e incluso inmediato, para
quienes protestan por el encasillamiento sexual. Yo creo que sí, pero
al parecer no estoy muy acompañado.
Lo que sí tengo claro es que Hombres y Mujeres son dos castas, aparte
de dos sexos biológicos o dos sensibilidades. Que la diferencia
(oficial) entre hombres y mujeres va unida a una historia no sólo
biológica sino a un imaginario que divide el mundo binariamente, con la
parte del león asignada a los hombres. Las mujeres no han tenido en
general ni siquiera la parte de la leona, me temo, sino que han sido
siervas de la gleba de clase alta o baja.
Hay buenos argumentos
para suprimir el sistema de castas, al menos tan buenos como para
mantenerlo. Y en suma, no sé cómo tanta gente que protesta contra el
Orden Patriarcal y el Encasillamiento Genérico, no centra algo más los
esfuerzos en el encasillamiento más obvio, el de las casillas
superfluas H / M.
lunes, 9 de septiembre de 2024
lunes, 17 de junio de 2024
Amor, adulterio y sexo en el teatro
Jesús G. Maestro (ed.) Amor, adulterio y sexo en el teatro.
Theatralia, núm. 16
49,00 €
Vigo, Editorial Academia del Hispanismo, 2014, 358 pp.
ISBN 978-84-15175-89-6
Información de la
Editorial Academia del Hispanismo:
AMOR, ADULTERIO Y SEXO EN EL TEATRO
El sexo solo engaña, y solo se
convierte efectivamente en una experiencia engañosa, cuando va
acompañado del amor o del dinero. Cuando no es así, es decir, cuando
vive emancipado de esta causa (la ilusión) y de aquella consecuencia
(la prostitución), el sexo es lo que realmente es: pura razón práctica.
La lógica del amor se disuelve en metáforas. La lógica del sexo se
resuelve en la unión corporal y humana.
El XVI Congreso Internacional de
Theatralia, celebrado en la Sociedad Cervantina de Madrid durante los
días 22-25 de abril de este año, se ha dedicado al tema Amor, adulterio
y sexo en el teatro. Apenas unas semanas después de su celebración nos
complace presentar en este volumen de Theatralia, número 16, una
selección de las ponencias presentadas.
Del mismo modo, resulta de gran
satisfacción anunciar la inminente aparición de un nuevo volumen,
compañero del presente, titulado El sexo del teatro: arte y posmodernidad en la escena europea e iberoamericana, y que constituye un libro complementario de este Amor, adulterio y sexo en el teatro, al recopilar temáticamente una serie de ponencias también presentadas en el mismo Congreso Internacional de Theatralia.
Se constata que la revista
Theatralia sigue de este modo su andadura anual, al publicarse tanto en
el formato tradicional de libro impreso como en el formato posmoderno
de edición digital, gracias al apoyo de Editorial Academia del
Hispanismo.
Actualmente trabajamos en la
organización de XVII Congreso Internacional de Theatralia, que tendrá
lugar en la sede de la Sociedad Cervantina, en Madrid, los días 22, 23
y 24 de abril de 2015. El tema será, en esta convocatoria, el
siguiente: Los siete "pecados" capitales en el teatro (Avaricia,
Envidia, Gula, Ira, Lujuria, Pereza y Soberbia). Esperamos sus
aportaciones.
Quede patente, una vez más,
nuestro agradecimiento a los autores, colaboradores y congresistas que
han hecho posible la elaboración y publicación de este volumen, así
como a los buenos amigos y colegas de la Sociedad Cervantina de Madrid.
viernes, 2 de julio de 2021
sábado, 26 de junio de 2021
domingo, 20 de septiembre de 2020
Performativity and Abjection
From the Introduction to Judith Butler's Bodies That Matter (p. 14-16):
... the symbolic law in Lacan can be subject to the same kind of critique that Nietzsche formulated of the notion of God: the power attributed to this prior and ideal power is derived and deflected from the attribution itself. It is this insight into the illegitimacy of the symbolic law of sex that is dramatized to a certain degree in the contemporary film Paris Is Burning: the ideal that is mirrored depends on that very mirroring to be sustained as an ideal. And though the symbolic appears to be a force that cannot be contravened without psychosis, the symbolic ought to be rethought as a series of normativizing injunctions that secure the borders of sex through the threat of psychosis, abjection, psychic unlivability. And further, that this "law" can only remain a law to the extent that it compels the differentiated citations and approximations called "feminine" and "masculine." The presumption that the symbolic law of sex enjoys a separable ontology prior and autonomous to its assumption is contravened by the notion that the citation of a law is the very mechanism of its production and articulation. What is "forced" by the symbolic, then, is a citation of its law that reiterates and consolidates the ruse of its own force. What would it mean to "cite" the law to produce it differently, to "cite" the law in order to reiterate and coopt its power, to expose the heterosexual matrix and to displace the effect of its necessity?
The process of that sedimentation or what we might call materialization will be a kind of citationality, the acquisition of being through the citing of power, a citing that establishes an originary complicity with power in the formation of the "I."
In this sense, the agency denoted by the performativity of "sex" will be directly counter to any notion of a voluntarist subject who existes quite apart from the regulatory norms whih she/he opposes. The paradox of subjectivation (assujetissement) is preciesely that the subject who would resist such norms is itslef enaled, if not produced, by such norms. Although this constitutive constraint does not foreclose the possibility of agency, it does locate agency as a reiterative or rearticulatory practice, immanent to power, and not a relation of external opposition to power.
As a result of this reformulation of performativity, (a) gender performativity cannot be theorized apart from the forcible and reiterative practice of regulatory sexual regimes; (b) the account of agency conditioned by those very regimes of discourse/power cannot be conflated with voluntarism or individualism, much less with consumerism, and in no way presupposes a choosing subject; (c) the regime of heterosexuality operates to circumscribe and contour the "materiality" of sex, and that "materiality" is formed and sustained through a materialization of regulatory norms that are in part those of heterosexual hegemony; (d) the materialization of norms requires those identificatory processes by which norms are assumed or appropriated, and these identifications precede and enable the formation of a subject, but are not, strictly speaking, performed by a subject; and (e) the limits of constructivism are exposed at those boundaries of bodily life where abjected or delegitimated bodies fail to count as "bodies." If the materiality of sex is demarcated in discourse, then this demarcation will produce a domain of excluded and delegitimated "sex." Hence, it will be as important to think about how and to what end bodies are constructed as it is will be to think about how and to what end bodies are not constructed and, further, to ask after how bodies which fail to materialize provide the necessary "outside," if not the necessary support for the bodies which, in materializing the norm, qualify as bodies that matter.
How, then, can one think thorugh the matter of bodies as a kind of materialization governed by regulatory norms in order to ascertain the workings of heterosexual hegemony in the formation of what qualifies as a viable body? How does that materialization of the norm in bodily formation produce a domain of abjected bodies, a field of deformation, which, in failing to qualify as the fully human, fortifies those regulatory norms? What challenge does that excluded and abjected realm produce to a symbolic hegemony that might force a radical rearticulation of what qualifies as bodies that matter, whays of living that count as "life," lives worth protecting, lives worth saving, lives worth grieving?
[Note: Whatever the implications of her argument, its scope is restricted in Judith Butler's book Bodies that Matter to issues of 'gender bending', transsexuality, intersecuality, etc.— NOT to issues like abortion or animalism which might lead to alternative reflections on which bodies matter, which bodies are abjected, etc.]
Denying the Ungrieved, and the Unborn, a Life
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Retropost, 2014: From The Oxford Companion to English Literature, ed. Margaret Drabble: Much Ado about Nothing, a comedy by *Shakes...