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lunes, 5 de agosto de 2024

El teatro, arte efímero

Según Albert Boadella, en Memorias de un bufón (344-46). Narra aquí sus experiencias y experimentos dramáticos en los años 70 y 80:


No me conformaba dando por perdidas la cantidad de horas de ensayo que había invertido con los colegas de La Torna, buscando formas primarias de relación a través de unos seres inventados, mitad primates, mitad insectos. Se trataba de un montaje pseudocientífico, más que de un tema dramático convencional; por eso finalmente acabaría todo com otra conferencia demostración.

Pensando en esta futura producción, creé un nuevo equipo mezclando algunos miembros de los grupos de La Odisea y de M7 Catalònia. Con los primeros ensayos descubrimos que los códigos de costumbres de determinados insectos, o animales muy primarios, resultaban extraordinariamente interesantes, interpretados por un cuerpo humano. Una vez establecida cierta práctica en este tipo de juego, creamos el nuevo animal, elaborando un código semántico para sus expresiones vitales. La cuestión esencial era que todo aquello le resultara familiar o inteligible al espectador, pero el problema se resolvió manipulando el ritmo del animal, de manera que aunque no se entendieran al detalle sus expresiones, por la cadencia de unos impulsos humanizados se llegaba a captar perfectamente las intenciones. Una vez más se nos hacía patente que el ritmo se convierte en el núcleo esencial de la comunicación escénica. Después, solo fue cuestión de inventarse una fábula y poner en ella al nuevo ser de protagonista.

La reciente catástrofe atómica de Chernobyl nos sirvió de tema central para crear una civilización posnuclear, en la que solo nuestros animalejos, llamados laetius, eran capaces de sobrevivir, aunque finalmente, al llegar a un determinado nivel de evolución, también se autodestruían como nosotros. Todo aquello venía a ser una especie de salto en el vacío, o la aplicación técnica del catalán embolica que fa fort (felicísima frase proverbial equivalente a "liarse la manta a la cabeza": literalmente algo así como "envuélvelo —embróllalo—, que eso le da fuerza), fórmula con la que Salvador Dalí describía el método creativo de Un Chien andalou. 

No es de extrañar que en cierto momento del montaje me encontara irremisiblemente perdido, sin saber lo que quería decir. Completamente emborrachado de aquel submundo enigmático, huía hacia adelante, creando situaciones extravagantes, rodeado de unos actores tan inconscientes como yo, que hacían cabriolas encima de una tarima de metacrilato con la cara cubierta de una membrana.

No obstante eso, a medio camino entre la danza y el teatro, el resultado final consiguió un cierto efecto. Todavía hoy no he logrado averiguar si era consecuencia de la audacia o de la insensatez, porque tampoco informaba nada sobre cuestiones nucleares. Pero no había duda de que aquellos animalejos, que intentaban sobrevivir y ser felices entre virutas de corcho que representaban la tierra yerma, imprimían al conjunto una angustiosa belleza, al menos dramáticamente sorprendente. En todo caso, la fábula no se explicaba con personajes convencionales, ni el lenguaje utilizado era el que todo el mundo esperaba. Creo que fue precisamente la saturación de estos lenguajes en los escenarios la que en gran medida y por contraste produjo la enorme sugestión que en muchos espectadores ejercía la obra, y, consecuentemente, su éxito indiscutible. En el teatro, aparece con demasiada frecuencia y excesiva precisión aquello que la gente ya se imagina antes de subir el telón.

Como no practicamos un arte tangible y perenne como la pintura o la arquitectura, nuestra incidencia en el público va condicionada generalmente a la oportunidad del momento de la aparición. Si el entorno nos resulta refractario, lo tenemos todo perdido, porque, en definitiva, los comediantes solo contamos con una única ocasión para atraer el interés hacia lo que presentamos. Después, aunque a veces quede la partitura literaria, el acto dramático será ya irrepetible. Las otras artes son radicalmente diferentes: si Van Gogh no hubiera reunido más que una sola oportunidad, no sabríamos de su existencia. En este sentido, uno de los grandes méritos de Laetius fue aparecer en el momento preciso, de la misma manera que poco tiempo antes lo había hecho Antaviana de Dagoll Dagom, catapultada casualmente como éxito espectacular para compensar así el horror vacui  producido por el rechazo barcelonés a M7 Catalònia.

Por eso es muy difícil juzgar una obra dramática prescindiendo del momento de su aparición. Está claro que hoy repetiría pocas secuencias de Laetius, de la misma manera que Calderón no haría exactamente igual La vida es sueño. La aplicación del criterio de obra perenne al teatroun criterio fundamentalmente literario— es la responsable de haberlo conducido por caminos anacrónicos, caminos que desprenden demasiado a menudo un cierto tufo necrofílico.

 

 Vuelve el tinglado de la antigua farsa

 






domingo, 20 de agosto de 2023

Dramatismo del Monaguillo

Origen de la conciencia del teatro, de la ceremonia, del ritual y del espectáculo en el Monaguillo, según Albert Boadella (Memorias de un bufón):

 

'La sacristía era como un tugurio en el que los curas jugaban al dominó, en espera de misas y sacramentos; discutían, fumaban o reían tan fuerte que, a veces, el párroco tenía que pedirles más moderación. En medio de aquel ambiente tabernario, todo se transformaba por el simple hecho de atravesar la puerta de la sacristía tocando la campanilla, seguido del cura revestido con los ornamentos. A partir de aquel preciso instante los actos se volvían trascendentales, éramos otros, él y yo.

No hay diferencia alguna entre este comportamiento y el de los actores cuando están entre cajas o salen a escena; se invisten de un personaje y solo por la voluntad del celebrante (actor) y la de los feligreses (público) ya todo es diferente. Poco importa que el actor sea un imbécil, pues solo con que sea un hipócrita aceptable nos hará emocionarnos con su heroísmo de ficción. Tal como lo expresábamos en la obra El Nacional, "somos un oficio de putas, maricones y cabrones; la grandeza está en que las putas hacen de Vírgenes, los cabrones de héroes, y los maricones de Don Juan; ésta es la auténtica magia del teatro".'

El teatro y la liturgia utilizan el mismo lenguaje: por eso el Bufón sostuvo siempre que la actuación de monaguillo profesional supuso el primer trabajo escénico de su vida. 

En un párrafo de su libro El rapto de Talía, analiza las funestas consecuencias que la degradación de la teatralidad de las funiones litúrgicas católicas le ha acarreado a la religión después del Concilio Vaticano II, que fue el pretexto para proceder al desmantelamiento de las rúbricas. 'Los que pertenecemos al gremio escénico observamos a menudo cómo repercute un efecto visual o sonoro en los mecanismos sensoriales del espectador, que obtiene así mayor lucidez, debido a la excitación de esos mismos impulsos. También comprobamos cómo estos efectos se multiplican por el simple hecho de recibirlos en común (público); de tal manera que el poder de sugestión aumenta proporcionalmente con la participación colectiva en el acto. Es evidente que la pérdida de estos beneficios escénicos por parte de la Iglesia repercute directamente en el fervor espiritual del creyente, pues le será muy difícil al feligrés separar de su impulso religioso fondo y forma, ya que, tal como ocurre en las artes, la forma es esencialmente contenido.

Lamentablemente, cuando se corta una tradición, se descomponen los códigos con gran celeridad; por eso hoy en día el conocimiento de la comunicación ritual en los clérigos es nulo. Las ceremonias religiosas acostumbran a ser desoladoras, y, en vez de orientar hacia la divinidad, expresan descarnadamente un estado de decadencia monumental de la Institución. Poco importa que Santa Teresa de Jesús declare en su autobiografía "que en cosa de la fe, contra la menor ceremonia de la Iglesia que alguien viese yo iba, por ella me pondría yo a morir mil muertes".

Ni los grandes faustos que envuelven ahora los viajes papales tienen la más mínima calidad escénica: solo exhiben un despliegue de medios, más propio de un concierto de rock. El objetivo de la pretendida ceremonia espiritual siempre parece más encaminada a demostrar el potencial de la empresa vaticana que a la exaltación de la fe. Desde una óptica puramente ceremonial, consigue hoy mucha más trascendencia la retransmisión desde Viena del concierto de año nuevo, en el que cada primero de enero dos mil cretinos satisfechos de sí mismos siguen, dando palmadas, la Marcha Radetzky, bajo las indicaciones del Dios napolitano Ricardo Mutti.

Los hechos demuestran que ha sido más grave para el catolicismo la falta de fe en el Teatro que la falta de fe en Dios'.

Esta defensa de la forma en las funciones religiosas manifiesta un empeño profesional muy impregnado de añoranza de aquellos solemnes oficios católicos en los que había participado, anunciados con campanas, perfumados con incienso, recitados en latín, con el órgano acompañando el canto gregoriano e ilustrando la acción. No es posible que un hombre de teatro no sienta un profundo interés por el ceremonial religioso, especialmente por un rito como la misa, tan perfecto en cuanto a participación y simbología. Con poquísimos recursos, una mesa, unas velas, un libro, pan y vino, se rememoran poéticamente los acontecimientos supremos de la mitología cristiana de manera escénicamente ejemplar.

'En cierto momento de los oficios solemnes, el sacerdote, después de incensar el altar, me pasaba el turíbulo; yo me colocaba en el centro del presbiterio, de cara a la gente, les hacía una reverencia, y automáticamente todo el mundo se ponía de pie mientras les lanzaba humo de incienso. Es de suponer la excitación que sentía cuando toda la iglesia se levantaba a mi señal; aquello inoculaba en mí el virus del histrionismo, y es muy probable que de manera subconsciente aquella simple acción decidiera irreversiblemente mi vida'.



miércoles, 10 de mayo de 2023

Els Joglars y la libertad de expresión

 

La Guerra de los Mundos

 Retropost, 2005: La Guerra de los Mundos 25 de agosto de 2005 - 14:45 - Cine ...