Mostrando entradas con la etiqueta Élites. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Élites. Mostrar todas las entradas

viernes, 22 de agosto de 2025

Reuniones discretas de la élite

 




Vidal, Marc. "La VERDAD sobre las Reuniones SECRETAS de las Élites_ desde Sun Valley a Jekyll Island o Bilderberg." Audio. Ivoox (El Podcast de Marc Vidal) 6 Aug. 2025.* (Corporations, Cartels, Magnates, Collusion, Competition, Market, Capitalism, Planning, Conspiracies, agendas, CFR, Bohemian Grove, Sun Valley, Forums, WEF, G-7, G-20, Think tanks, Strategy, Power, Control, Machiavellianism, Alliances, Confabulations, Federal Reserve, Financiers, Forbes, Rothschild, Rockefeller, J. P. Morgan, Bankers, Secrets).

https://go.ivoox.com/rf/154859062

         2025

martes, 19 de marzo de 2024

Resuelto el misterio de los asesores

Retropost, 2014:

Nadie entendía para qué necesitaba Zapatero 600 asesores, Gallardón 400 y Rajoy los cientos y cientos que tenga. Todos los comentaristas políticos tirándose de los pelos, llamándoles cuentistas, hablando de despilfarro inexplicable—sobre todo habida cuenta de que al parecer no les asesoraban gran cosa, y en todo caso tampoco siguen sus recomendaciones... Pero la razón es muy sencilla, la explicó Thorstein Veblen en 1899, en su Teoría de la Clase Ociosa:

"La posesión y mantenimiento de esclavos empleados en la producción de bienes es señal de riqueza y valía, pero el mantenimiento de siervos que no producen nada es prueba de que se posee todavía más riqueza y más alta posición. Al amparo de este principio surge una clase de sirvientes, cuanto más numerosa mejor, cuya sola función es prestar servicios estúpidos a la persona de su propietario, para demostrar así la capacidad que éste tiene de consumir improductivamente una gran cantidad de servicio. De ahí proviene una división del trabajo entre los sirvientes o dependientes, cuya vida se emple en mantener el honor del caballero ocioso: mientras un grupo produce bienes para él, otro grupo, generalmente encabezado por la esposa, o por la esposa principal, consume para él viviendo en ociosidad ostensible. De este modo se demuestra la capacidad del amo para asumir un enorme gasto pecuniario sin que ello afecte su magnífica opulencia." (p. 85-86)




A esto podríamos sumar otro fenómeno de ostentación de inútiles, que obedece al mismo principio— el que podríamos denominar el Principio Delfín: 
 
—a saber, que todo ostentador poderoso debe tener un adláter, doble bis, sucesor, asesor privilegiado o delfín, que sea perfectamente inútil cuando no un perfecto inútil, a modo de segundo yo ostentoso, con la única función de demostrar que en efecto es inútil, que puede tenerlo, y que lo tiene.




—oOo—

viernes, 15 de septiembre de 2023

Elysium

 Retropost, 2013:

Hoy vamos a ver Elysium, la última del sudafricano Neill Blomkamp.






Y sigue en efecto la línea cyberpunk de Distrito 9, que también nos gustó mucho. Excelente, igualmente, en cuanto a efectos especiales. Los niños no han quedado decepcionados con las simulaciones de cuerpos explotando, espectáculo occidental muy de nuestros días.

El guión, también de Blomkamp, se parece a Distrito 9 en la temática del apartheid, ciudadanos con dos tipos de derechos, y es también una historia de liberación, con el colapso del sistema opresor en la falsa utopía Elysium, construida en una estación espacial fuera de la Tierra superpoblada. Las lecturas a que invita no son sólo los condominiums sudafricanos, norteamericanos y cada vez más también europeos, áreas residenciales a salvo de intrusos, sino más generalmente el contraste entre haves y have nots, quizá con un énfasis en el contraste entre Occidente y el Tercer Mundo, la historia de las vallas fronterizas y pateras como la que tenemos en España, vista en un espejo distorsionador del futuro. Demasiado cercano a veces a la actualidad, el espejo, como para que resulte una ficción tranquilizadora.

Elysium, queda claro, está construido sobre la explotación capitalista de la mayoría de la población, confinada a una Tierra sin recursos y sumida en la pobreza, con derechos laborales nulos, y donde el crimen y las mafias gobiernan el día a día, con ocasionales intervenciones de la Isal Flotante (esa Laputa opresora la inventó Swift, hay que recordarlo) cuando sus intereses se ven amenazados, o no se comportan los de abajo. Sale Occidente bien retratado: las cloacas del Estado envueltas en intrigas y golpes políticos para reconducir la situación, los mercenarios entre marginales y protegidos para trabajos sucios, la burocracia europea aparentemente bienpensante e idealista, pero regida por intereses que apenas quieren reconocer, y pelele en última instancia de los intereses del gran capital. Que si bien funciona como una máquina, y es controlado por máquinas en buena medida, siempre tiene una clase ociosa flotando como nata blanca por encima, y esos no son máquinas, aunque a veces lo parecen. La ministra del interior, Jodie Foster, es una francesa nazi, vestida de blanco inmaculado pero pringándose más de lo que querría. Se enreda en sus maniobras sucias cuando intenta cambiar el código para que sea la alianza de Lobbies Armamentísticos y Aristocracia Capitalista la que rija Elysium, dejándose ya los legalismos y zarandajas de los burócratas de Bruselas, o de la ONU.

El ritmo de la película, endiablado como requieren los tiempos, es lo que más la abre a críticas, pues le lleva a enseñar las costuras cuando necesita acelerar aceleradamente algún proceso, ya sea informático o médico, para pasar a la siguiente escena. Lo tomamos fácilmente como una convención del género, OK, pero es que si todo lo pasamos por convenciones del género todo vale. El final trágico / feliz, pongamos. Matt Damon se sacrifica y visto que va a morir, muere por un ideal de entrega, para salvar a la hija de su chica, y ¿acabar con Elysium? Eso sugiere la película, pero lo que vemos es una revolución o la toma del poder por los comunistas—en este caso por Spider, el hacker mafioso que organizaba viajes en patera voladora. No parece muy de fiar como gobernante, y tampoco lo fueron Lenin y Stalin, rompiendo los huevos a la clase dominante y a millones de súbditos, para instaurar un régimen de miseria para todos... menos para ellos. Un vistazo a la historia no le augura mejor futuro a la revolución ésta que nos permite cerrar la película con final feliz.

Sí, la pareja protagonista se regía por el ideal de la Tierra como planeta azul, planeta ecológico donde todos somos responsables de todos, y del cual no se puede o no se debe huir a empíreos de privilegio. (Es una monja la que le enseña el ideal de la Tierra solidaria, por cierto). Pero al final de la película si la Tierra hace algún gesto de solidaridad, no es más azul que antes, ni promete serlo. Cierto, que un planeta corresponsable tiene mejores razones para no degradarse, y por eso el planeta debería ser socialista-ecologista o no será.... pero quién sabe lo que será. 

Me recuerda esta historia de gueux asaltando la Île de la Cité al musical que se hizo sobre Notre-Dame de Paris de Victor Hugo, o a la reciente película de Los Miserables si se quiere también, historias de revoluciones, allí fallidas (aunque triufaba el ideal virtualmente), aquí realizadas... pero con un oportuno corte a tiempo, y comieron perdices. A los Occidentales de Elysium, que vamos al cine a pagar entretenimiento caro, nos gusta además que éste haga gestos solidarios y muestre el colapso de nuestro sistema de privilegios, somos así de viciosos. 

En serio, muchas de las imágenes de la película, con Los Angeles convertido en un Tercer Mundo decadente, rascacielos invadidos de chabolas, etc., son inquietantes y casi valen tanto como la película en su conjunto. Pero no son originales, claro, estas ficciones de crisis están a la orden del día, y más que estarán, a medida que apriete la superpoblación y la escasez de recursos. Hablaba hace poco de Inferno de Dan Brown, a costa de esto, también proponiendo soluciones imaginarias a problemas reales, como buena ficción ideológica. Ha dado allí Dan Brown con un problema importante como base para su argumento, un acierto, y lo mismo podemos decir de Elysium, a pesar del tratamiento ambivalente que se da a las cuestiones ideológicas en estos productos de gran tirada.

La gran contradicción de Elysium—la pongo en dos palabras, porque se vea bien el meollo de la cuestión. El argumento opone egoísmo y altruismo, el egoísmo de protección mutua de las redes de contactos e influencias de Elysium, frente al altruismo del protagonista, que da su vida por salvar a la chica de su chica. Pero Matt Damon también se movía por egoísmo—los intereses de supervivencia propia dictan muchas de sus elecciones, y el altruismo frente a su moza es sólo accidentalmente altruista para con los demás habitantes del planeta. Los motivos de los personajes van dictados por el máximo beneficio para sí, su grupo o su proyecto—Spider se arriesga a ir a Elysium en lugar de controlar su mafia tranquilamente porque así se colocará a la cabeza del cotarro, luego ya veremos qué hace con él. La mamá / chica de Damon piensa en su hija, y no tenemos noticias de que le preocupe el resto de la humanidad excepto como apéndice unido a su hija. 

Y en sustancia, si hay un Elysium es porque cada cual lucha por la vida y procura rentabilizar sus posibilidades de medrar uno mismo y los que define como los suyos. Y esto se hace frente a otros grupos. En este caso, el saqueo de la utopía de Elysium es una fuente de recursos, pero no parece que la calidad de la sanidad privada de Elysium vaya a extenderse a todo el planeta, a pesar de la tendenciosa escena final de los hospitales aterrizando (será la Seguridad Social de Obama, o algo así, lo que se sugiere). 

En fin, que también hay tela aquí para discutir lo de la privatización y los recortes sanitarios. De decisiones egoístas, y de revoluciones superficialmente altruistas, está hecho ya el mundo que vemos al principio de la película. Es el mundo que construye la acción humana ejercida sin control, y ya vemos en el robot-JohnnyTaxi que el control total informatizado tampoco es bueno ni utópico.

Así que ésta es mi crítica: que la utopía construida al final de la película está construida, como la estrella flotante de Elysium, sobre bases engañosas o falaces. Y es tan poco sostenible como la Isla Flotante. Occidente, créanme, no va a elevar a su nivel de vida al resto del mundo. Y dentro del altruismo que guía las revoluciones se esconde, de nuevo, el gusanillo del interés—propio o tribal—que ha llevado al planeta a donde está ahora, y que lo seguirá llevando de conflicto en conflicto mientras haya recursos que repartir y bacalao que cortar, o mientras quede en pie el último árbol, como en Rapa Nui.


 
—oOo—

lunes, 20 de marzo de 2023

Mistakes Were Not Made

viernes, 17 de marzo de 2023

La ostentación de inutilidad

 Retropost, 2013:

Para hacer ostentación de nuestra distinción social, no sólo necesitamos hacer ostentación de nuestro ocio, y de lo inútil y caro de nuestras actividades y posesiones; también se requiere probar de diversas maneras que el tiempo que pasamos fuera de la observación de otros ociosos (o no ociosos) también lo dedicamos estrictamente al ocio, y no a nada productivo. Del prólogo de Carlos Mellizo a la Teoría de la Clase Ociosa de Thorstein Veblen:

Todos los seres humanos, impulsados por el estímulo de supervivencia, poseemos ese instinto creativo y ese congénito afán de emulación [referido al trabajo: el instinto de trabajo eficaz]. En una sociedad de "salvajismo pacífico"—como Veblen la llama—, previa a la etapa bárbaro-depredadora, el tipo de emulación, en especial el tipo de emulación económica que existía entre los miembros del grupo, era principalmente una emulación en punto a utilidad laboral. Se trataba, en definitiva, de probar el prójimo, mediante el establecimiento de comparaciones emulativas, que el trabajo propio era mejor y más útil que el ajeno. Pero en el proceso evolutivo de la especie sucede lo siguiente:

Cuando la comunidad pasa de un salvajismo pacífico a una fase depredadora de vida, las condiciones de emulación cambian. (...) Mas y más la actividad de los varones adopta un carácter de proeza. (...) La agresión se convierte en la forma acreditada de acción, y el botín sirve de evidencia prima facie de una agresión triunfal. (...) Por contraste, la obtención de bienes haciendo uso de otros métodos [es decir, trabajando] no se considera digna de un hombre que esté en pleno uso de sus facultades. Por la misma razón, la realización de un trabajo productivo o el empleo en un servicio personal caen bajo ese mismo odio.  (...) El trabajo adquiere un carácter irritante a causa de la indignidad que se le imputa.


Pues bien, esa herencia proveniente de la cultura bárbara que sólo reconoce como honorable y digno el hábito de dominio triunfal y que desprecia la ocupación laboral productiva por ser tarea envilecedora y odiosa, reaparece atávicamente, en las comunidades más civilizadas de la época moderna.
La comparación odiosa que es propia de la cultura depredadora no va dirigida a probar que se trabaja mejor que el vecino y con resultados más beneficiosos y útiles; de hecho se trata de probar que no se trabaja, o que se trabaja menos que él, a pesar de tener más riqueza y poder. En la secuencia de la evolución cultural, esa clase neo-bárbara—antaño representada por el señor devoto, cazador y soldado— emerge una vez más bajo la forma de clase ociosa, cuyos rasgos, como pronto veremos, coinciden esencialmente con los de aquélla.

El surgir de la clase ociosa está vinculado, dice Veblen, al hecho de la propiedad. Lo mismo que en la cultura bárbara la apropiación fundamental del varón dominador consistía en tener mujeres y esclavos, la nueva cultura sigue una pauta semejante, con la única diferencia de que ahora la propiedad incluye una notable variedad de bienes; no se limita a la posesión de personas, sino que se extiende también a la de cosas. La riqueza se conveierte, así, en símbolo máximo de reputación honorífica. El proceso económico asume entonces el carácter de una lucha entre hombres—fundamentalmente entre varones—por la posesión de bienes dirigios a aumentar su buen nombre. Veblen mantiene que la acumulación de riqueza se busca, no tanto para mejorar el nivel de comodidades como para poder competir victoriosamente con los prójimos en punto a reputación y prestigio. "El móvil que subyace en la raíz de la propiedad es la emulación". "La posesión de riqueza confiere honor; da lugar a una distinción odiosa para el que no posee tal riqueza". 


Desde su origen mismo—insiste Veblen—, la propiedad no fue concebida en la cultura bárbara como conjunto de cosas útiles obtenidas con propósitos de mejora, sino como botín o trofeo capturado en el ataque victorioso. Se tienen cosas y personas para hacer alarde de ellas. Y es así como, gradualmente, con el crecimiento de la industria y el desarrollo económico, la acumulación de propiedades trae consigo el renacimiento del sistema valorativo arcaico. La posesión de riqueza por parte de la clase opulenta (como antes la posesión de trofeos de caza y botines de guerra por parte del señor feudal) deviene base acostumbrada de reputación y estima.



 
—oOo—

La Ternura