Vidal, Marc. "La VERDAD sobre las Reuniones SECRETAS de
las Élites_ desde Sun Valley a Jekyll Island o Bilderberg." Audio. Ivoox
(El Podcast de Marc Vidal) 6 Aug. 2025.* (Corporations, Cartels, Magnates,
Collusion, Competition, Market, Capitalism, Planning, Conspiracies, agendas,
CFR, Bohemian Grove, Sun Valley, Forums, WEF, G-7, G-20, Think tanks, Strategy,
Power, Control, Machiavellianism, Alliances, Confabulations, Federal Reserve,
Financiers, Forbes, Rothschild, Rockefeller, J. P. Morgan, Bankers, Secrets).
Nadie entendía para qué necesitaba Zapatero 600 asesores,
Gallardón 400 y Rajoy los cientos y cientos que tenga. Todos los comentaristas políticos tirándose
de los pelos, llamándoles cuentistas, hablando de despilfarro inexplicable—sobre todo habida cuenta de que al
parecer no les asesoraban gran cosa, y en todo caso tampoco siguen sus
recomendaciones... Pero la razón es muy sencilla, la explicó Thorstein
Veblen en 1899, en su Teoría de la Clase Ociosa:
"La posesión y mantenimiento de esclavos empleados en la
producción de bienes es señal de riqueza y valía, pero el mantenimiento
de siervos que no producen nada es prueba de que se posee todavía más
riqueza y más alta posición. Al amparo de este principio surge una
clase de sirvientes, cuanto más numerosa mejor, cuya sola función es
prestar servicios estúpidos a la persona de su propietario, para
demostrar así la capacidad que éste tiene de consumir improductivamente
una gran cantidad de servicio. De ahí proviene una división del trabajo
entre los sirvientes o dependientes, cuya vida se emple en mantener el
honor del caballero ocioso: mientras un grupo produce bienes para él,
otro grupo, generalmente encabezado por la esposa, o por la esposa
principal, consume para él viviendo en ociosidad ostensible. De este
modo se demuestra la capacidad del amo para asumir un enorme gasto
pecuniario sin que ello afecte su magnífica opulencia." (p. 85-86)
A esto podríamos sumar otro fenómeno de ostentación de inútiles, que obedece al mismo principio— el que podríamos denominar el Principio Delfín:
—a
saber, que todo ostentador poderoso debe tener un adláter, doble bis,
sucesor, asesor privilegiado o delfín, que sea perfectamente inútil
cuando no un perfecto inútil, a modo de segundo yo ostentoso, con la
única función de demostrar que en efecto es inútil, que puede tenerlo, y
que lo tiene.
Hoy vamos a verElysium, la última del sudafricano Neill Blomkamp.
Y sigue en efecto la línea cyberpunk de Distrito 9,
que también nos gustó mucho. Excelente, igualmente, en cuanto a
efectos especiales. Los niños no han quedado decepcionados con las simulaciones de
cuerpos explotando, espectáculo occidental muy de nuestros días.
El guión, también de Blomkamp, se parece a Distrito 9 en la temática del apartheid,
ciudadanos con dos tipos de derechos, y es también una historia de
liberación, con el colapso del sistema opresor en la falsa utopía
Elysium, construida en una estación espacial fuera de la Tierra
superpoblada. Las lecturas a que invita no son sólo los condominiums
sudafricanos, norteamericanos y cada vez más también europeos, áreas
residenciales a salvo de intrusos, sino más generalmente el contraste
entre haves y have nots,
quizá con un énfasis en el contraste entre Occidente y el Tercer Mundo,
la historia de las vallas fronterizas y pateras como la que tenemos en
España, vista en un espejo distorsionador del futuro. Demasiado cercano
a veces a la actualidad, el espejo, como para que resulte una ficción
tranquilizadora.
Elysium, queda claro, está construido sobre la explotación capitalista
de la mayoría de la población, confinada a una Tierra sin recursos y
sumida en la pobreza, con derechos laborales nulos, y donde el crimen y
las mafias gobiernan el día a día, con ocasionales intervenciones de la
Isal Flotante (esa Laputa opresora la inventó Swift, hay que
recordarlo) cuando sus intereses se ven amenazados, o no se comportan
los de abajo. Sale Occidente bien retratado: las cloacas del Estado
envueltas en intrigas y golpes políticos para reconducir la situación,
los mercenarios entre marginales y protegidos para trabajos sucios, la
burocracia europea aparentemente bienpensante e idealista, pero regida
por intereses que apenas quieren reconocer, y pelele en última
instancia de los intereses del gran capital. Que si bien funciona como
una máquina, y es controlado por máquinas en buena medida, siempre
tiene una clase ociosa flotando como nata blanca por encima, y esos no
son máquinas, aunque a veces lo parecen. La ministra del interior,
Jodie Foster, es una francesa nazi, vestida de blanco inmaculado pero
pringándose más de lo que querría. Se enreda en sus maniobras sucias cuando intenta cambiar el código para
que sea la alianza de Lobbies Armamentísticos y Aristocracia
Capitalista la que rija Elysium, dejándose ya los legalismos y
zarandajas de los burócratas de Bruselas, o de la ONU.
El ritmo de la película, endiablado como requieren los tiempos, es lo
que más la abre a críticas, pues le lleva a enseñar las costuras cuando
necesita acelerar aceleradamente algún proceso, ya sea informático o
médico, para pasar a la siguiente escena. Lo tomamos fácilmente como
una convención del género, OK, pero es que si todo lo pasamos por
convenciones del género todo vale. El final trágico / feliz, pongamos.
Matt Damon se sacrifica y visto que va a morir, muere por un ideal de
entrega, para salvar a la hija de su chica, y ¿acabar con Elysium? Eso
sugiere la película, pero lo que vemos es una revolución o la toma del
poder por los comunistas—en este caso por Spider, el hacker mafioso que
organizaba viajes en patera voladora. No parece muy de fiar como
gobernante, y tampoco lo fueron Lenin y Stalin, rompiendo los huevos a
la clase dominante y a millones de súbditos, para instaurar un régimen
de miseria para todos... menos para ellos. Un vistazo a la historia no
le augura mejor futuro a la revolución ésta que nos permite cerrar la
película con final feliz.
Sí, la pareja protagonista se regía por el ideal de la Tierra como
planeta azul, planeta ecológico donde todos somos responsables de
todos, y del cual no se puede o no se debe huir a empíreos de
privilegio. (Es una monja la que le enseña el ideal de la Tierra
solidaria, por cierto). Pero al final de la película si la Tierra hace
algún gesto de solidaridad, no es más azul que antes, ni promete serlo.
Cierto, que un planeta corresponsable tiene mejores razones para no
degradarse, y por eso el planeta debería ser socialista-ecologista o no
será.... pero quién sabe lo que será.
Me recuerda esta historia de gueux asaltando la Île de la Cité al musical que se hizo sobre Notre-Dame de Paris de Victor Hugo, o a la reciente película de Los Miserables
si se quiere también, historias de revoluciones, allí fallidas (aunque
triufaba el ideal virtualmente), aquí realizadas... pero con un
oportuno corte a tiempo, y comieron perdices. A los Occidentales de
Elysium, que vamos al cine a pagar entretenimiento caro, nos gusta
además que éste haga gestos solidarios y muestre el colapso de nuestro
sistema de privilegios, somos así de viciosos.
En serio, muchas de las
imágenes de la película, con Los Angeles convertido en un Tercer Mundo
decadente, rascacielos invadidos de chabolas, etc., son inquietantes y
casi valen tanto como la película en su conjunto. Pero no son
originales, claro, estas ficciones de crisis están a la orden del día,
y más que estarán, a medida que apriete la superpoblación y la escasez
de recursos. Hablaba hace poco de Inferno de Dan Brown,
a costa de esto, también proponiendo soluciones imaginarias a problemas
reales, como buena ficción ideológica. Ha dado allí Dan Brown con un
problema importante como base para su argumento, un acierto, y lo mismo
podemos decir de Elysium, a pesar del tratamiento ambivalente que se da a las cuestiones ideológicas en estos productos de gran tirada.
La gran contradicción de Elysium—la pongo en dos palabras, porque se
vea bien el meollo de la cuestión. El argumento opone egoísmo y
altruismo, el egoísmo de protección mutua de las redes de contactos e
influencias de Elysium, frente al altruismo del protagonista, que da su
vida por salvar a la chica de su chica. Pero Matt Damon también se
movía por egoísmo—los intereses de supervivencia propia dictan muchas
de sus elecciones, y el altruismo frente a su moza es sólo
accidentalmente altruista para con los demás habitantes del planeta.
Los motivos de los personajes van dictados por el máximo beneficio para
sí, su grupo o su proyecto—Spider se arriesga a ir a Elysium en lugar
de controlar su mafia tranquilamente porque así se colocará a la cabeza
del cotarro, luego ya veremos qué hace con él. La mamá / chica de Damon
piensa en su hija, y no tenemos noticias de que le preocupe el resto de
la humanidad excepto como apéndice unido a su hija.
Y en sustancia, si
hay un Elysium es porque cada cual lucha por la vida y procura
rentabilizar sus posibilidades de medrar uno mismo y los que define
como los suyos. Y esto se hace frente a otros grupos. En este caso, el
saqueo de la utopía de Elysium es una fuente de recursos, pero no
parece que la calidad de la sanidad privada de Elysium vaya a
extenderse a todo el planeta, a pesar de la tendenciosa escena final de
los hospitales aterrizando (será la Seguridad Social de Obama, o algo
así, lo que se sugiere).
En fin, que también hay tela aquí para
discutir lo de la privatización y los recortes sanitarios. De
decisiones egoístas, y de revoluciones superficialmente altruistas,
está hecho ya el mundo que
vemos al principio de la película. Es el mundo que construye la acción
humana ejercida sin control, y ya vemos en el robot-JohnnyTaxi que el
control total informatizado tampoco es bueno ni utópico.
Así que ésta es mi crítica: que la utopía construida al final de la película
está construida, como la estrella flotante de Elysium, sobre bases
engañosas o falaces. Y es tan poco sostenible como la Isla Flotante.
Occidente, créanme, no va a elevar a su nivel de vida al resto del
mundo. Y dentro del altruismo que guía las revoluciones se esconde, de
nuevo, el gusanillo del interés—propio o tribal—que ha llevado al
planeta a donde está ahora, y que lo seguirá llevando de conflicto en
conflicto mientras haya recursos que repartir y bacalao que cortar, o
mientras quede en pie el último árbol, como en Rapa Nui.
Mind blown. If you want a two minute rundown of what they did the last two years and it was planned down to the very last detail. Watch this. One of the best videos I’ve seen in the last three years about the last three years. 🤯 pic.twitter.com/0o2OinqX67
— Erin Elizabeth Health Nut News 🙌 (@unhealthytruth) March 20, 2023
Para hacer ostentación de nuestra distinción social, no sólo necesitamos hacer ostentación de nuestro ocio, y de lo inútil y caro de nuestras actividades y posesiones; también se requiere probar de diversas maneras que el tiempo que pasamos fuera de la observación de otros ociosos (o no ociosos) también lo dedicamos estrictamente al ocio, y no a nada productivo. Del prólogo de Carlos Mellizo a la Teoría de la Clase Ociosa de Thorstein Veblen:
Todos los seres humanos, impulsados por el estímulo de supervivencia, poseemos ese instinto creativo y ese congénito afán de emulación [referido al trabajo: el instinto de trabajo eficaz]. En una sociedad de "salvajismo pacífico"—como Veblen la llama—, previa a la etapa bárbaro-depredadora, el tipo de emulación, en especial el tipo de emulación económica que existía entre los miembros del grupo, era principalmente una emulación en punto a utilidad laboral. Se trataba, en definitiva, de probar el prójimo, mediante el establecimiento de comparaciones emulativas, que el trabajo propio era mejor y más útil que el ajeno. Pero en el proceso evolutivo de la especie sucede lo siguiente:
Cuando la comunidad pasa de un salvajismo pacífico a una fase depredadora de vida, las condiciones de emulación cambian. (...) Mas y más la actividad de los varones adopta un carácter de proeza. (...) La agresión se convierte en la forma acreditada de acción, y el botín sirve de evidencia prima facie de una agresión triunfal. (...) Por contraste, la obtención de bienes haciendo uso de otros métodos [es decir, trabajando] no se considera digna de un hombre que esté en pleno uso de sus facultades. Por la misma razón, la realización de un trabajo productivo o el empleo en un servicio personal caen bajo ese mismo odio. (...) El trabajo adquiere un carácter irritante a causa de la indignidad que se le imputa.
Pues bien, esa herencia proveniente de la cultura bárbara que sólo reconoce como honorable y digno el hábito de dominio triunfal y que desprecia la ocupación laboral productiva por ser tarea envilecedora y odiosa, reaparece atávicamente, en las comunidades más civilizadas de la época moderna. La comparación odiosa que es propia de la cultura depredadora no va dirigida a probar que se trabaja mejor que el vecino y con resultados más beneficiosos y útiles; de hecho se trata de probar que no se trabaja, o que se trabaja menos que él, a pesar de tener más riqueza y poder. En la secuencia de la evolución cultural, esa clase neo-bárbara—antaño representada por el señor devoto, cazador y soldado— emerge una vez más bajo la forma de clase ociosa, cuyos rasgos, como pronto veremos, coinciden esencialmente con los de aquélla.
El surgir de la clase ociosa está vinculado, dice Veblen, al hecho de la propiedad. Lo mismo que en la cultura bárbara la apropiación fundamental del varón dominador consistía en tener mujeres y esclavos, la nueva cultura sigue una pauta semejante, con la única diferencia de que ahora la propiedad incluye una notable variedad de bienes; no se limita a la posesión de personas, sino que se extiende también a la de cosas. La riqueza se conveierte, así, en símbolo máximo de reputación honorífica. El proceso económico asume entonces el carácter de una lucha entre hombres—fundamentalmente entre varones—por la posesión de bienes dirigios a aumentar su buen nombre. Veblen mantiene que la acumulación de riqueza se busca, no tanto para mejorar el nivel de comodidades como para poder competir victoriosamente con los prójimos en punto a reputación y prestigio. "El móvil que subyace en la raíz de la propiedad es la emulación". "La posesión de riqueza confiere honor; da lugar a una distinción odiosa para el que no posee tal riqueza".
Desde su origen mismo—insiste Veblen—, la propiedad no fue concebida en la cultura bárbara como conjunto de cosas útiles obtenidas con propósitos de mejora, sino como botín o trofeo capturado en el ataque victorioso. Se tienen cosas y personas para hacer alarde de ellas. Y es así como, gradualmente, con el crecimiento de la industria y el desarrollo económico, la acumulación de propiedades trae consigo el renacimiento del sistema valorativo arcaico. La posesión de riqueza por parte de la clase opulenta (como antes la posesión de trofeos de caza y botines de guerra por parte del señor feudal) deviene base acostumbrada de reputación y estima.