sábado, 27 de abril de 2024

Definition of Cultural Materialism

 

From Dollimore and Sinfield, Political Shakespeare

 

 

                Cultural materialism:

 

            vii      “a combination of historical context, theoretical method, political commitment and textual analysis offers the strongest challenge [in the field of literary criticism] and has already contributed substantial work. 

 

    - Historical context undermines the transcendent significance traditionally accorded to the literary text and allows us to recover its histories; 

 

    - theoretical method detaches the text from immanent criticism which seeks only to reproduce it in its own terms; 

 

    - socialist and feminist commitment confronts the conservative categories in which most criticism has hitherto been conducted; 

 

    - textual analysis locates the critique of traditional approaches where it cannot be ignored. 

 

    We call this ‘cultural materialism’.

             

                ‘Culture’ is to be taken in the wider sociological sense, not the narrower evaluative one, which is just “one set of signifying practices among others”.

     

            ‘Materialism’ “insists that culture does not (canot transcend the material forces and relations of production. Culture is not simply a reflection of the economic and political system, but nor can it be independent of it. Cultural materialism therefore situates the implication of literary texts in history. 

 

        A play by Shakespeare is related to the contexts of its production—to the economic and political system of Elizabethan and Jacobean England and to the particular institutions of cultural production (the court, patronage, theatre, education, the church). 

 

        Moreover, the relevant history is not just that of four hundred years ago, for culture is made continuously and Shakespeare’s text is reconstructed, reappraised, reassigned all the time through diverse institutions in specific contexts. 

 

        What the plays signify, how they signify, depends on the cultural field in which they are situated. That is why this book discusses also the institutions through which Shakespeare is reproduced and through which interventions may be made in the present.”

 

            Finally, cultural materialism is not politically neutral—any cultural practice has a political significance, and cultural materialism is commited to the transformation of the social order.

 

 Jonathan Dollimore and Alan Sinfield, eds. Political Shakespeare: Essays in Cultural Materialism. 2nd ed. (Cornell Paperbacks). Ithaca (NY): Cornell UP, 1994.
 
 
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Baring the Device of Reality

 

"Baring the Device of Reality: A Note on Unamuno's Metafiction."

El maestro que prometió el mar

El maestro que prometió el mar

Todo es un golpe de efecto de puro teatro

 

Todo es un golpe de efecto de puro teatro

jueves, 25 de abril de 2024

El principio del derroche ostentoso

 Un importante principio de organización social y del comportamiento humano, según la Teoría de la Clase Ociosa de Veblen, es el de la ostentación de la inutilidad, o el principio del derroche ostentoso. Para pertenecer a la clase ociosa, o simular que pertenecemos a ella, hay que lucir capacidad de gasto inútil, y demostrar que no trabajamos en nada productivo:

Abstenerse de trabajar no es sólo un acto honorífico o meritorio, sino que ha llegado a ser un requisito de la decencia. La insistencia en la propiedad como base del prestigio es muy espontánea e imperiosa durante los primeros estadios de la acumulación de riqueza. Abstenerse de trabajar es la prueba convencional de que se es rico y, por lo tanto, la señal convencional de que se ocupa una buena posición social; y esta insistencia en lo meritorio de la riqueza lleva a una más vigorosa insistencia en la ociosidad. Nota notae est nota res ipsius. Según las bien establecidas leyes de la naturaleza humana, la prescripción se apodera ahora de esta prueba convencional de riqueza y la fija en los hábitos mentales de los hombres como algo sustancialmente meritorio y ennoblecedor en sí mismo, mientras que el trabajo productivo, en virtud de un proceso semejante, se hace intrínsecamente indigno. La prescripción acaba por hacer del trabajo, no sólo algo vergonzoso a ojos de la comunidad, sino también moralmente imposible para el hombre noble y libre, e incompatible con una vida digna.
(...)
 
 

Con excepción del instinto de autoconservación, la tendencia a la emulación es probablemente el más fuerte, más despierto y más persistente de los motivos económicos propiamente dichos. En una comunidad industrial, esta tendencia a la emulación se expresa en una emulación pecuniaria; y esto, por lo que se refiere a las comunidades civilizadas de Occidente, es virtualmente lo mismo que decir que se expresa en alguna forma de derroche ostentoso.

(...)

Bajo la selectiva vigilancia de la ley del derroche ostentoso, va creciendo un código de normas acreditadas de consumo, cuyo efecto es obligar al consumidor a mantener una norma de gasto y de despilfarro en su consumo de bienes y en su empleo de tiempo y esfuerzo. Este crecimiento del uso prescriptivo tiene un efecto inmediato en la vida económica, pero también tiene un efecto indirecto y más remoto en otras facetas de la conducta. Hábitos de pensamiento con respecto a la expresión de la vida en una dirección dada, afectan inevitablemente la visión habitual de lo que también es bueno y justo en otras direcciones. En el complejo orgánico de hábitos de pensamiento que constituyen la sustancia de la vida consciente de un individuo, el interés económico no permanece aislado e independiente de todos los demás intereses. Algo se ha dicho ya, por ejemplo, de su relación con las normas que regulan la buena reputación.

El principio del derroche ostentoso guía la formación de hábitos de pensamiento en lo tocante a lo que es honesto y prestigioso en la vida y en las propiedades. Al hacerlo así, este principio negará otras normas de conducta que primariamente nada tienen que ver con el código del honor pecuniario, pero que poseen, bien directa, bien incidentalmente, un significado económico de cierta magnitud. Así, el canon del derroche ostensible puede, inmediata o remotamente, influir en el sentido del deber, en el sentido de la belleza, en el sentido de la utilidad, en el sentido de la corrección devocional o ritual, y en el sentido científico de la verdad.

Cisne Negro y Spiderman 3

 Cisne Negro y Spiderman 3: Arte de la psicosis https://personal.unizar.es/garciala/publicaciones/cisnenegro.pdf

Upstart Crow

 

Socialidad y perspectivismo

 Socialidad y perspectivismo moral, cognitivo y proairético en Hegel https://www.academia.edu/32047832/

domingo, 21 de abril de 2024

Realidad histórica y personalidad

 Según Miguel de Unamuno (en La Agonía del Cristianismo):

Habría que distinguir, ante todo, entre la realidad y la personalidad del sujeto histórico. Realidad deriva de res (cosa) y personalidad de persona. El judío saduceo Carlos Marx creía que son las cosas las que hacen y llevan a los hombres, y de aquí su concepción materialista de la Historia, su materialismo histórico—que podríamos llamar realismo—; pero los que queremos creer que son los hombres, que son las personas, los que hacen y llevan a las cosas, alimentamos, con duda y en agonía, la fe en la concepción histórica de la Historia, en la concepción personalista o espiritualista.

Persona, en latín, era el actor de tragedia o de la comedia, el que hacía un papel en ésta. La personalidad es la obra que en la Historia se cumple. 

¿Cuál fue el Sócrates histórico, el de Jenofonte, el de Platón, el de Aristófanes? El Sócrates histórico, el inmortal, no fue el hombre de carne y hueso y sangre que vivió en tal época en Atenas, sino que fue el que vivió en cada uno de los que le oyeron, y de todos estos se formó el que dejó su alma a la Humanidad. Y él, Sócrates, vive en ésta. 

¡Triste doctrina! ¡Sin duda... la verdad en el fondo es triste! ... "¡Triste está mi alma hasta la muerte!" (Marc., XV., 34). ¡Dura cosa tener que consolarse con la Historia! Triste está el alma hasta la muerte, pero es la carne la que le entristece. "¡Desgraciado hombre de mí!, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?" (Rom., VII, 24), clamaba San Pablo.

Y este cuerpo de muerte es el hombre carnal, fisiólógico, la cosa humana, y el otro, el que vive en los demás, en la Historia, es el hombre histórico. Sólo que el que vive en la Historia quiere vivir también en la carne, quiere arraigar la inmortalidad del alma en la resurrección de la carne. Y fue la agonía de San Pablo. La Historia, por otra parte, es realidad, tanto o más que la Naturaleza. La persona, es cosa, porque cosa deriva de causa. Y hasta narrando historia se hace historia. Las doctrinas personales de Carlos Marx, el judío saduceo que creía que las coas hacen a los hombres. Ha producido cosas. Entre otras, la actual revolución rusa. Por lo cual anduvo mucho más cerca de la realidad histórica Lenin, cuando, al decirle de algo que reñía con la realidad, replica: "¡Tanto peor para la realidad!" Si bien tomó esto de Hegel.

miércoles, 17 de abril de 2024

La teatralidad de Joaquín Costa

 Según Miguel de Unamuno, en "La tumba de Costa":

¡Pero tantas cosas se han dicho de Costa a su muerte! Se ha llegado a presentar como rasgos de altivez verdaderas flaquezas de enfermo, y hasta no ha faltado quien ha querido negar su soberbia. Sí, soberbio fué, muy soberbio.  ¿Y qué? Lo malo en esto es la hipocresía. Digan lo que quieran, a Rousseau le salva su cinismo. He hablado con personas que tuvieron trato íntimo con Costa, y me han contado cosas muy características de su soberbia, de su endiosamiento si se quiere, y de la poca o ninguna paciencia con que llevaba el que se le contradijese. ¿Y qué? Momento hubo en que su gran decepción fué no haber provocado toda una revolución con su palabra apocalíptica. El mayor pecado de su pueblo, a sus ojos, debía de ser el que no le hacía bastante caso. 

Y aunque he supuesto que, de haber podido resucitar con todo su sano juicio, habría aborrecido esta farándula que a su muerte se ha desatado, no quiero decir, ni mucho menos, que odiara las pompas y vanidades mundanas. No; era hombre, un hombre de cuerpo entero y noble; pero es abusar de la palabra llamarle santo. Del Dante, aquel ardiente profeta de Italia, que escribió sus tan conocidos tercetos sobre la vanidad de la gloria, dice Boccacio que fue más ensioso de gloria de lo que acaso correspondía a su ínclita virtud. Y Costa no estuvo libre de esta flaqueza humana que no perdonó ni al Dante ni al mismísimo San Francisco de Asís. Persona quiere decir máscara, y toda personalidad se hace en el escenario y para el escenario. Y Costa era una personalidad, un hombre político, un personaje, no un hombre privado. Su austeridad misma tenía un poco de teatral. Hay retraimientos que son tan exhibicionistas como lo contrario.

Y todo esto, crean lo que creyeren los maliciosos y los majaderos—que en rigor pertenecen a la misma ganadería—, no lo digo en reproche de Costa, sino en amor a la verdad y en amor también a su memoria. Porque así se nos aparece más hombre, más verdaderamente hombre, más nuestro. Lo demás no es sino una leyenda hipócrita, como la que, a conciencia de que se falsifica la verdad, se pretende hacerle. (Ensayos, Aguilar, I, 936)


Oncle Archibald

La teatralización entre Irán e Israel

 

sábado, 13 de abril de 2024

A Dream within a Dream

 


A Dream within a Dream

a Poem by Poe:

 

Take this kiss upon the brow!
And, in parting from you now,
Thus much let me avow —
You are not wrong, who deem
That my days have been a dream;
Yet if hope has flown away
In a night, or in a day,
In a vision, or in none,
Is it therefore the less gone? 
All that we see or seem
Is but a dream within a dream.

I stand amid the roar
Of a surf-tormented shore,
And I hold within my hand
Grains of the golden sand —
How few! yet how they creep
Through my fingers to the deep,
While I weep — while I weep!
O God! Can I not grasp
Them with a tighter clasp?
O God! can I not save
One from the pitiless wave?
Is all that we see or seem
But a dream within a dream? 



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The Priority of the Other

Retropost, 2014: Mark Freeman, The Priority of the Other https://vanityfea.blogspot.com/2014/04/mark-freeman-priority-of-other.html

viernes, 12 de abril de 2024

Las CRUCIALES mascarillas

 

Las CRUCIALES mascarillas

Es una línea ésta que no se limita a Luis del Pino, sino que comparten generalmente todos los medios de derechas, derechas ampliadas y centros que son supuestamente críticos con el gobierno y con los escándalos de corrupción y venta con sobreprecio de mascarillas. Parece que necesitan el argumento adicional de que estos miserables se lucraban con productos que son ESENCIALES PARA LA VIDA.... con lo cual le compran la mayor al Gobierno, y justifican la estúpida, tiránica, indecente y CORRUPTA imposición obligatoria de mascarillas a todo cristo y en todo lugar.

Y le hacen el juego al alarmismo covidista que plantó una de estas minibragas en la boca y narices de todo el mundo, por decretazo que no critica ni Dios, ni Vox. 

A ver cuánto tarda Luis del Pino en bloquearme aquí también. Es uno de mis locutores favoritos, pero es que el panorama mediático no está para echar cohetes, ni aquí ni en Gaza.

El Novio de España

El Novio de España

El Novio de España

domingo, 7 de abril de 2024

El teatro de la vida requiere énfasis

 

Ya hemos hablado aquí del dramatismo de Miguel de Unamuno, autor pero no dramaturgo, al que no le gustaba el teatro más que en vivo, en la vida misma. Y por tanto, el énfasis que los actores le echan al teatro, exagerando en él los trazos de la vida, recomienda él aplicarlo también a la vida, que es un teatro a veces bastante soso (Oscar Wilde, que también decía que el mundo es un teatro, completaba la frase diciendo que el reparto de papeles es lamentable).

En fin, hablábamos hace poco de cómo en el ensayo de Unamuno  "Sobre  la consecuencia, la sinceridad" aparecía una extensión de su perspectiva dramatística de la personalidad, cada cual interpretando su papel o saliéndose de él ante los abucheos del público y los demás actores, por ser inconsecuente.... Aquí expone su idea del énfasis en la vida y el teatro, comenzando por el apólogo perspectivista de los tres Juanes, personalidad múltiple que todos acarreamos, hasta los más consecuentes:

Antes de ahora he tenido ocasión de citar aquella ingeniosísima ocurrencia del humorista yanqui Wendell Holmes respecto a los tres Juanes. Cada uno de nosotros lleva en sí tres Juanes: Juan tal cual es, Juan tal cual cree ser, y Juan tal cual le creen los demás. (Observemos aquí que el tercer Juan es toda una colección de Juanes, donjuanes y juanitos, como apuntábamos al hablar de El Yo Relacional - JAGL). Y sobre las mutuas acciones y reacciones de estos tres Juanes cabe muy sutil indagación. Somos, en efecto de un modo; creemos ser de otro, y los demás nos creen de otro. Mas lo que cabe afirmar es que la idea que cada cual de nosotros se forma de sí mismo está influida por la que los demás se forman de él más aún que ésta por aquélla.

Juan tal cual es, el Juan primitivo y radical, podrá vivir preso de Juan tal cual él se cree ser; pero vive mucho más preso del Juan que los demás se han forjado. Los diversos conceptos que de cada uno de nosotros se forjan los prójimos que nos tratan vienen a caer sobre nuestro espíritu y acaban por envolverle en una especia de caparazón, en un duro dermatoesqueleto espiritual, en una recia corteza. Es la corteza de la consecuencia, bajo la cual se agita y revuelve un pobre espíritu que no puede romper con la sinceridad la consecuencia. Antes de hacer o decir algo, reflexiona si es lo que de él esperaban los demás, y para seguir siendo como los demás le creen, se hace traición a sí mismo: es insincero.

Hay, sin embargo, algo que puede parecer insinceridad y que es forzoso y obligado: hay un principio de exageración o de énfasis que es necesario en la vida. La absoluta llaneza viene a ser absurda, porque no acomoda nuestro dichos ni nuestros actos al fin que con ellos nos proponemos. 

(O sea que Unamuno sostendría u observaría, con Sartre, que el camarero no sólo debe actuar insinceramente como el camarero que no se considera íntimamente ser pero que es, sino que además debe teatralizar el papel que representa, intensificarlo con exageración de camarero profesional y arquetípico, para que no quede duda de que es un papel— y así logra el doble y contradictorio objetivo de meterse plenamente en el rol y de distanciar de él su auténtico yo,  mantenerlo a salvo — JAGL).

Cuando uno habla, habla para que le oigan, y no para oírse a sí mismo, y por ello no basta que su voz llegu distinta y clara a sus propios oídos, sino a los oídos de los que le escuchan, también distinta y clara. Si hablamos en medio del silencio y el que nos oye es fino de oído, no necesitamos esforzar la voz; pero si hablamos en medio de barullo o a alguien que sea de oído torpe, nos es preciso esforzarnos y alzar la voz. Creo que no habrá lector alguno que no esté de acuerdo con esta observación empírica, ni le habrá que vea en ella una paradoja; siquiera por esta vez, convendrán todos en que estoy atinado y feliz. Pues bien: siempre que hablamos a otro, hay algún barullo en el interior de ese otro; siempre tenemos que calcular el desgaste que nuestra expresión sufre en la transmisión al prójimo y al ser por éste recibida, y, en consecuencia, tenemos siempre que reforzarla. El que nos oye tienen otras preocupaciones que no las nuestras, otras ideas, otras atenciones; y como nuestras palabras van a romper el curso de sus pensamientos, y acaso a desviarlo, nos es forzoso darles énfasis, exagerarlas, para que las reduzca a sus debidos términos. 

Todo es teatro, y en el teatro, si se sirve sopa, conviene vaya hirviendo, para que, al ver desde los más lejanos puestos el vaho del hervor, puedan decir: "En efecto, es sopa caliente."

Los actores que propenden a la naturalidad—una naturalidad casi siempre afectada, es decir, no natural—, y a sacrificar a ella el énfasis, corren el riesgo de que se les grite desde el fondo de la cazuela o del patio: "¡Más alto! ¡Que no se oye!"

Porque, en efecto, si nos ponemos dos amigos a conversar, y de pronto se nos dice que continuemos nuestra conversación, pero de tal modo que nos oigan dos o tres mil personas desparramadas en un vasto salón, nos es imposible variar la intensidad de la voz sin variar su tono.

El teatro exige énfasis, y lo exige la vida. Al que se empeña en ser absolutamente natural, ni se le oye; y la tan decantada naturalidad de los clásicos suele serlo de afectación.




Unamuno y el yo relacional


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Unamuno y el yo relacional

 

La teoría del yo relacional, que así la bauticé para uso propio observando ciertas propensiones de mi propia personalidad y ciertas patologías del comportamiento mío y de otros, vendría a consistir en lo siguiente (llevada a la caricatura extrema): no tenemos una personalidad propiamente dicha, sino un sistema de relaciones sociales que resultan en una apariencia de personalidad. Somos nuestras relaciones sociales; somos la gente con quienes nos relacionamos y la resultante de nuestras diversas relaciones con diversas personas, en diversas modalidades e intensidades, personas que a su vez son una ficción de personalidad y una resultante de sus relaciones con nosotros y con otras personas.

Que somos distintos ligeramente (o no ligeramente) con cada persona, en cada interacción concreta, es sólo una consecuencia obvia o inevitable de este estado de cosas. (Que somos todo un baile de máscaras podría ser otra manera no menos caricaturesca de decirlo).

Es una teoría que puede formularse de maneras menos caricaturescas y ponerse en relación con otras teorías de la psicología social que me interesan especialmente, como el dramatismo de Goffman

En fin, que no lo he inventado yo, aunque sí le puse este nombre, y pueden encontrarse abundantes ejemplos en la literatura. Hoy traemos a colación a Miguel de Unamuno, amante de la paradoja y de la psicología paradójica, que nos presenta en algunos artículos suyos penetrantes observaciones sobre la naturaleza relacional del yo (y del tú, hypocrite lecteur). Ésta viene del principio de su muy recomendable artículo "El secreto en la vida":

Hace tiempo, mi más querido amigo, que el corazón me pedía que te escribiese. Ni él ni yo sabíamos sobre qué, pues no era sino un vehementísimo anhelo de hablar confidencialmente contigo y no con otro.

Muchas veces me has oído decir que, cada nuevo amigo que ganamos en la carrera de la vida, nos perfecciona y enriquece, más aún que por lo que de él mismo nos da, por lo que de nosotros mismos nos descubre. Hay en cada uno de nosotros cabos sueltos espirituales, , rincones del alma, escondrijos y recovecos de la conciencia que yacen inactivos e inertes, y acaso nos morimos sin que se nos muestren a nosotros mismos, a falt a de las personas que mediante ellos comulguen en espíritu con nosotros y que merced a esta comunión nos lo revelen. Llevamos todos ideas y sentimientos potenciales que sólo pasarán de la potencia al acto si llega el que nos los despierte, cada cual lleva en sí un Lázaro que sólo necesita de un Cristo que lo resucite, y ¡ay de los pobres Lázaros que acaban bajo el sol su carrera de amores y dolores aparenciales sin haber topado con el Cristo que les diga: "Levántate"!

Y así como hay regiones de nuestro espíritu que más florecen y fructifican bajo la mirada de tal o cual espíritu que viene de la región eterna a que ellas en el tiempo pertenecen, así cuando esa mirada nos está por la ausencia velada, esas tierras la anhelan como anhela toda tierra el sol para arrojar plantas de lor y de fruto. Y los pegujares de mi  espíritu, que dejaron de ser yermos cuando te conocí y me los fecundaste con tu palabra, esos pegujares están hace tiempo queriendo producir. Y he aquí por qué anhelaba escribirte, sin saber bien sobre qué. (Ensayos, 829-31)

Este ensayo deriva hacia la importancia del secreto, de lo no dicho ni reconocido, en la formación de la personalidad. Pero el secreto está en cierto modo a la vista, pues constituye a la personalidad por limitación externa y así viene a estar relacionado con esta cuestión del yo relacional. Pues el meollo de lo secreto en la personalidad viene a ser, al decir de Unamuno, el siguiente—una dimensión un tanto expansionista o inquieta de nuestra personalidad por crecer relacionalmente, por ser lo que no es todavía—a la vez que paradójicamente se desea que esa expansión no nos cambie sino que nos mantenga en lo que somos, y no seríamos de llevarla a cabo:

Y el secreto de la vida humana, el general, el secreto raíz de que todos los demás brotan, es el ansia de más vida, es el furioso e insaciable anhelo de ser todo lo demás sin dejar de ser nosotros mismos, de adueñarme del Universo entero sin que el Universo se adueñe de nosotros y nos absorba: es el deseo de ser otro sin dejar de ser yo, y seguir siendo yo siendo a la vez otro; es, en una palabra, el aptetido de divinidad, el hambre de Dios. (841-42).

Por así decirlo, en lenguaje unamuniano o religioso. (Una amiga mía lo ponía en otro lenguaje, el del horóscopo, y me decía que estas cosas me pasaban a mí porque era géminis, y tenía así dos personalidades; pero de hecho vemos que sería un síndrome más general anejo a toda personalidad, no tando el duplicarse sino el multiplicarse en infinitos agentes Smith, o más bien Smyth, Smythe, Schmitt, Shmidt, etc.). 

Bien, se ve la relación de esto con el yo relacional, pero por aquí nos vamos del tema, y quiero volver a otra alusión que hace Unamuno al yo relacional a cuenta de otros fenómenos psicológicos o características de personalidad: el ser coherente consigo mismo, consecuente, firme, no cambiante, o el ser variable. En el ensayo "Sobre la consecuencia, la sinceridad", observa cómo no podemos tenerlo todo, si somos sinceros a veces seremos inconsecuentes. (Unamuno también reclamaba para sí, como los hippies, el derecho a la contradicción y a la incoherencia. O, como Whitman, el derecho a contener multitudes, al menos potenciales, como decíamos). 

En fin, que los demás nos piden coherencia, y que el sujeto social fiable necesita ser coherente, o más bien los demás, "la sociedad", necesitan que él sea coherente, vamos, necesitan que sea él, porque si no, si empieza a actuar de modo incoherente, no saben a qué atenerse, y a ver a quién le vamos a pasar las facturas o los plazos de la hipoteca. Y así nos forjamos con los demás una persona, una personalidad coherente, un crédito social (y también comenta Unamuno la creciente importancia de vivir a crédito, en sentido económico y de economía personal....):

Vivimos de crédito, de autoridad y de confianza, y por eso pedimos consecuencia al prójimo: para que no nos engañe, es decir, para que no engañe la idea que de él tenemos. Queremos que el prójimo se mantenga fiel al concepto que de él nos hemos formado, y hasta que se haga esclavo de esta nuestra representación de él. Y he aquí por qué predicamos consecuencia.... en los demás. ("Sobre la consecuencia, la sinceridad", 344)

Obsérvese que la consecuencia queda inevitable y al menos parcialmente comprometida por la relacionalidad del yo, así como por su variabilidad caleidoscópica a la vez que pasa por distintas situaciones y relaciones a lo largo del tiempo. A ver quién es el majo que es plenamente coherente, ya se echa de ver que lo de plenamente hay que tomarlo cum grano salis.

Pasa Unamuno a hablar de la inconsecuencia que se da a veces en las ideas a la vez que se mantiene una consecuencia en la personalidad, un poco a la manera del Teatro del Tío Gabriel... o vice-versa, ideas consecuentes que distorsionan a la larga la personalidad.

Pero esto ya nos lleva a otros derroteros—por ejemplo nos lleva más directamente a más dramatismo, a más vida como teatro, y allí lo llevamos, y aquí lo dejamos, pues sólo quería apuntar aquí cómo Unamuno participa al menos a veces o en parte de mi teoría del yo relacional.



El yo relacional

 


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Animales de compañía

 

Animales de compañíq

jueves, 4 de abril de 2024

Shakespeare en el cine asiático

 

Artículo donde me citan en la India lejana:

Gangopadhyay, Srimayee. (Dpt. of English, Jadavpur U, Kolkata, West Bengal, India; srmayee98@gmail.com). "Shakespeare in the Orient Screen: Cinematic Adaptations in China, India and Japan." International Journal of English Literature and Social Sciences 7.2 (March-April 2022).

https://ijels.com/detail/shakespeare-in-the-orient-screen-cinematic-adaptations-in-china-india-and-japan/

         https://dx.doi.org/10.22161/ijels.72.39

         2024

miércoles, 3 de abril de 2024

El teatro del tio Gabriel

 De la novela Santander, 1936, de Álvaro Pombo (220-22):

Cuando llegó a casa se encontró con su padre en el portal, que le contó que venía de tomar el aperitivo él también, en su caso con el tío Gabriel María en el Círculo de Recreo. Alvarín lo sabía de sobra, a su padre le venía bien hablar con el tío Gabriel. Aquella mezcla tan santanderina de izquierdas y derechas, de monárquicos primoriveristas y demócratas tenía lugar en un ambiente distendido, falso y cortés: el montañés falso y cortés, recordaba con frecuencia Cayo Pombo a su hijo. Y un ejemplo eximio de cortesía y simulación, un ejemplo eminente, era el tío Gabriel María de Pombo Ybarra. El señor conde de Poblaciones de Sahagún, título que la maledicencia santanderina consideraba inventado y autoatribuido por el ilustre fundador del Ateneo, tenía la habilidad de poner a su hermano de buen humor. Siempre estaba de actualidad el tío Gabriel María. La actualidad era ahora el Frente Popular. Por inverosímil que resultase, tío Gabriel era ahora también un gerifalte cultural del Frente Popular santanderino, o, por lo menos, tan gerifalte ahora como antes. Para lograr semejante posición había que ser falso y cortés. Cayo Pombo se apresuraba a añadir siempre una precisión sobre el concepto de lo falso cuando se aplicaba a su hermano: lo divertido de Gabriel, solía decir, es que uno puede pensarle falso a la vez que está pensando lo auténticamente verdadero que es. Se deja ir por la torrentera de los discursos, se abandona al placer de las dialécticas de moda que elogia, y, de paso ya, refuta, y sus oyentes le admiran y a la vez piensan: Este es un impostor. Y el caso es que tío Gabriel no es un impostor, nunca lo ha sido: participó sinceramente en la corte santanderina de Alfonso XIII y de Doña Victoria Eugenia. Lamentó la abdicación del Rey. de algún modo se apañó con la Dictadura de Primo de Rivera, siguió teniendo siempre, en Santander, el prestigio que tenía. Era un alfonsino, un monárquico, una institución cultural que se permitía admirar públicamente las habilidades del duce español. Y luego fue, de corazón, azañista. El narrador está seguro de que sus distinguidos lectores se habrán escandalizado ya de sobra: ¿se puede mantener, en serio, que Don Gabriel María de Pombo pudiese ser sucesivamente tantas cosas contradictorias o contrarias? ¿Qué se requería para ser así y poder ser verdadero sin dejar de ser, a la vez, falso, es decir, un gran actor? Era la idea de la teatralidad y del actor lo que cautivaba la imaginación de Cayo Pombo Ybarra cuando hablaba de su hermano: Gabriel entendía la vida como una representación teatral constante, en la cual se le asignaban diversos papeles. Con los años, se había acostumbrado a pensar que todos los papeles eran buenos. Todos los papeles, por pequeños o por grandes que fuesen, eran puro teatro. Lo teatral era la verdadera verdad de la vida. Y uno iba desempeñando los papeles que literalmente se le venían encima con gran fruición. Este era el secreto. La inmensa gracia que para tío Gabriel María tuvo antes y después y siempre la vida, hasta el final. Nunca se cansó de ser quien era. Nunca se cansó de discutir, de argumentar, de jugar al póquer, de desplumar a todo el mundo en el Círculo de Recreo. Nunca se cansó de ser esnob y de ser, en el fondo, muy Pombo: apellidarse Pombo lo juntaba todo junto. Quizá lo confundía. En cualquier caso, ser un Pombo siempre ha sido y será muy divertido.

Zaragoza Improvisa

 

XI Encuentro Nacional de Improvisación

El interaccionismo simbólico

 Retropost, 2014: El interaccionismo simbólico: https://vanityfea.blogspot.com/2014/04/el-interaccionismo-simbolico.html

Origen y estructuración emergente de la interioridad

Origen y estructuración emergente de la interioridad: https://www.academia.edu/31626488/

'Riofrío': ¿Quién juzgará al juzgador?

  'Riofrío': ¿Quién juzgará al juzgador? https://www.academia.edu/48906384/