De la Historia de la Civilización Antigua de Th. Zielinski, III.3:
II.
Las artes musicales
En esa época, la triple corea llegó al punto culminante de su desarrollo en el drama ático. Todo lo que pudiéramos decir del papel independiente de la música o de la orquesta, palidece al lado del drama; se puede notar solamente, por lo que se refiere a la música, que ésta sufrió una evolución análoga a la que se produce en nuestros días, es decir, que los medios de expresión se hacen más complicados, y que ella se libra de las formas antiguas de composición (reformas de Finiz y de Timoteo). Los partidarios de la música severa veían en esto, como en nuestros días, un síntoma de decadencia.
Las otras formas de poesía, exceptuando el drama, se debilitan igualmente. La epopeya heroica murió desde que desaparecieron los aedos; los rapsodas se redujeron, en tiempos de los concurso rapsódicos, a declamar a Homero. La epopeya didáctica dio sus útimas obras con loos dos primeros Eleatas, Xenófanes y Parménides, añadiendo a Empédoocless; pero esto era aún al principio del siglo V; más tarde, la epopeya dejó lugar a la prosa científica. La elegía, la lírica coral y mélica y el yambo tienen aún sus representantes, pero son poetas de segundo orden; los poetas dotados de un talento creador se ejercitan en el dominio nuevamente descubierto del drama, y esto no solamente en Ática: el brillo de las Dionisias atenienses atrajo igualmente a poetas del otro lado de las fronteras. Ion, de Quío, y Aqueo, de Eretria, se añaden al número de los dramaturgos de esa época. Pero es Atenas la que da el tono; la poesía del período ático es casi exclusivamente poesía ática. ¿Significa esto que los otros estados no produjeron ningún poeta eminente? ¿O bien que sus obras, eclipsadas por las de los poetas atenienses, no sobrevivieron hasta la época siguiente? No podemos responder a esas preguntas.
Los concursos dramáticos tenían lugar dos veces por año; se aceptaban cada vez doce tragedias (comprendiendo los dramas satíricos) y tres o cinco comedias. Y como no estaba permitido repetir el mismo drama sino en casos completamente excepcionales, se puede imaginar cuán productiva fué la literatura dramática en el curso de los dos siglos del periodo ático; ésta sobrepasó, ciertamente, por sus proporciones, a toda la poesía precedente. Muy poco se conservó de ella en la época siguiente, en el tiempo de los coleccionistasy de los editores de Alejandría; por lo que hace a nosotros, sólo conservamos—sin contar los fragmentos—treinta y tres tragedias y once comedias.
Entre los poetas trágicos, Frínico escribía aún en dialecto jonio—pero ése fué el último tributo de la musa àtica a su hermana mayor—; con el sucesor de Frínico, la lengua ática triunfó en la escena. Ese sucesor fue Esquilo, de Eleusis, el legislador de la tragedia ática (525-456). Él resolvió una cuestión: ¿a cuál de las dos pertenecía la superioridad, a la tragedia seria o al drama satírico y alegre? Y él, decimos, decidió que cada poeta debía dar tres tragedias y, a guisa de conclusión, un drama satírico. Esas tragedias eran, para él, o al menos en el principio de su carrera, cantatas líricoépicas, sin fábulas dramáticas y sin estudio de carácter de los personajes; pero, dando cada vez tres cantatas así, llegó a representar tres momentos sucesivos de una misma fábula (principio trilógico). Tal es la trilogía de las Danaides; su primer tragedia a Las suplicantes (que se conserva aún) represeenta el recibimiento hecho por los argivos a las danaides, fugitivas de sus primos; en la segunda tragedia, Los constructores de palacios (que no ha sido conservada)—después del sitio de Argos por sus mismos primos, y la revolución que da el poder a Danao—, el matrimonio forzado de las Danaides, después del cual Danao les ordena degollar, durante la noche de bodas, a sus maridos, y por firn, viene la tercera (que no se ha conservado), las Danaides, que es el juicio pronunciado, por Danao contra Hipermnestra, la única de sus hijas que no acató esa orden. Como se ve por este ejemplo, las principales acciones se supone que pasan en el intervalo de una a otra tragedia, limitándose éstas a representar episodios separados: el recibimiento, el matrimonio y el juicio. En el curso de la evolución ulterior de la trilogía, la acción pasa poco a poco en las tragedias mismas, en lugar de ser colocada en los intervalos. Así, en la última trilogía de Esquilo, La Orestia (íntegramente conservada), tenemos un ejemplo de esta segunda manera: la primera tragedia, Agamenón, representa la vuelta del héroe de Troya y su asesinato por Clitemnestra, su mujer; la segunda, las Coéforas (es decir, los "portadores de libaciones a la tumba del rey muerto"), la venganza por su hijo adolescente, Orestes, y la persecución del matricida por las Erimias irritadas; en la tercera, las Euménides, aparecen los pasos de Orestes en Delfos y en Atenas, y su rehabilitación por el tribunal del Areópago,. Toda la acción se concentra en las tragedias mismas; ninguno de los sucesos importantes ocurre en los intervalos. Paralelamente al desarrollo de la acción aparece el de los caracteres: en La Orestia, el poeta llega, en ese punto de vista, a una perfección admirable, pero en un solo sentido todos sus caracteres son severos en sus virtudes—como Orestes—y en sus crímenes—como Clitemnestra—. En general, Esquilo es, ante todo, un poeta majestuoso; esta majestad se manifiesta tanto en la composición de sus tragedias con sus coros admirables, profundos de pensamiento y maravillosos de forma, como en la estructura del diálogo con la elocuencia de sus largos discursos, y en la lengua misma, pujante, rica en imágenes y atrevida en la elección de las palabras y en su presentación. no disponiendo sino de dos actores—fué él mismo quien introdujo el segundo—, Esquilo no podía llevar a la escena más de dos personajes a la vez. En cambio, los corifeos (es decir, los que dirigen el coro) tenían un papel importante: los personajes en escena entraban generalmente en conversación con ellos.
Por lo que concierne a los argumenots de los dramas de Esquilo, en un principio, mientras su tragedia es cantata, admite, como Frínico, temas históricos. Dichosamente, por ejemplo, sus Persas se han conservado.; el argumento de éstos es la victoria de Salamina en el año 480, y son maravilloso testimonio de la humanidad helénica—es preciso recordar que esta tragedia, que tenía por objeto despertar la compasión hacia el enemigo vencido, fué representada en el año 472, a la vista de los santuarios de la Acrópolis destruidos por los persas, y hay que recordar también que obtuvo el primer premio—. Pero más tarde, a medida que la tragedia se dramatiza, Esquilo se consagra a temas puramente mitológidos, y sus sucesores imitan su ejemplo. La tragedia ateniense del sigloV y del siglo IV fue una nueva—y cuarta también— encarnación poética de la leyenda heroica griega.
El primero, en fecha, de los sucesores eminentes de Esquilo, fue Sófocles (496-406), originario de Colono, barrio de Atenas. Transformando el principio trilógico de su predecesor y maestro, hizo un todo con cada una de las tragedias de sus trilogías, dando a cada una intriga y desenlace particulares. Extendió la gama de los caracteres, añadiendo a los caracteres severos que le había legado Esquilo diferentes matices de caracteres tiernos y dulces. Introdujo un tercer actor, lo que le prmitió hacer el diálogo más rico y más complejo; a decir verdad, no usó de esta posibilidad sino con tino, reduciendo el diálogo de tres personajes a dialogos sucesivos entre dos de ellos: después de la conversación entre A y B, venía la conversación entre A y C y entre B y C. Esta sobriedad (opuesta a la vivacidad de la comedia) estaba considereada como necesaria para la solemnidad de la tragedia; y fué respetada por el sucesor de Sófocles: Eurípides. Debemos reconocer que, tanto la tragedia como el drama, llegan a su apogeo con Sófocles; por medios que nos parecen muy sencillos,y dado el reducido número de los personajes y las proporciones relativamente restringidas de la tragedia, Sófocles realiza una acción muy emocionante: la lucha heroica de Edipo (Edipo Rey) contra el destino, el sacrificio de Antígona, la sed de venganza demoníaca de Electra y de Orestes, temas todos inolvidables, que han enriquecido para la eternidad el tesoro de la poesía universal. El poeta en sí era una verdadera encarnación de lo mejor que había en el helenismo, personalmente fuerte, vigoroso, notable por la diversidad de sus dotes y de trato seductor; llegó hasta los noventa años, en posesión de todas sus facultades intelectuales; escribió cerca de 120 dramas y tuvo la suerte de morir en vísperas de la ruina de su patria.
Sobrevivió, aunque sólo fuera unos meses, a su colega menor Eurípides. Este nació el año mismo de la batalla de Salamina, en la que Esquilo tomó parte, y después de la cual Sófocles tuvo el honor, como el más hermoso de los efebos, de celebrar el peán de gracias. Desde su juventud, y con entusiasmo, [Eurípides] participó en el movimiento sofístico, que no llegó a quebrantar la concepción moral y religiosa de Sófocles; sus tragedias son un vivo eco de ese momento. A la escala de los caracteres de una pieza que le legaron sus predecesores, él [Eurípides] añadió los caracteres rotos, vacilantes, aplastado por el peso de los problemas insolubles y de su propia irreligiosidad. Gustaba de presentar la moral en lucha con la pasión, particularmente con el amor culpable; sus contemporáneos se impresionaron con las figuras criminales, no viciosas, sin embargo, como su Fedra, enammorada de su entenado (Hipólito) y como su Macareo, amante de su misma hermana (Canacea); esta tragedia no ha sido conservada. Los personajes insistían de una manera tan convincente sobre su inocencia (sofística de la pasión), que no se podía levantar la mano sobre ellos; pero la moral exigía que se los condenase. Eurípides se aplicó, sobre todo, a pintar el sello de la pasión sobre el alma femenina, ya fuese el amor, como en Fedra, o ya los celos, como en Medea. Por esto sus contemrporáneos veían en él un enemigo de las mujeres; pero esto era injusto, ya que él nos dió conmovedoras imágenes de esposas (Alcestes, Evadne), de hermanas (Macaria, en los Heráclidas), y de hijas abnegadas (Ifigenia, en Eulida). Sus contemporáneos, en general, no le juzgaron con benevolencia; más tarde, en cambio, fue juzgado como el más trágico de los poetas trágicos, y a esta popularidad se debe el número relativamente considerable de las tragedias suyas que han sido conservadas: 18, comprendiendo entre ellas el drama satírico del Cíclope; en tanto que no se conservan sino siete tragedias de Esquilo, y siete, igualmente, de Sófocles. Esas obras producen sobre nosotros una impresión desigual, y más aún si no se tienen en cuenta ciertas convenciones, tales como el prólogo dirigido al público, y el famoso deus ex machina (es decir, la súbita aparición en los aires de una divinidad que da a la acción un desenlace imprevisto y, a menudo, violento). pero si descartamos todo lo que nos desagrada, hallamos que Euurípides ha dejado muchos tipos positivos que le garantizan la inmortalidad.
Tal fué en el siglo V el desarrollo de la tragedia ática. nada podemos decir del siglo IV. En él hubo muchos poetas, algunos de ellos muy populares, pero no tenemos ninguno de sus dramas, ni tampoco algún testimonio expresivo. Es, quizá, una injusticia hacia ellos; pero nada podemos contra esa injusticia: para nosotros, la época creadora de la tragedia ática termina en el año de la derrota de Atenas.
Ese año fatal tuvo un efecto diferente para la otra rama importante del drama ateniense: la comedia. Esta viene de dos fuentes esenciales: primera, los cantos acusadores de los hombres disfrazados contra aquellos que los habían ofendido (es la komodia en el sentido primitivo de la palabra, el canto del komos, es decir, de una pandilla de borrachos), y segunda, el intermedio satírico que podía atacar a los dioses, así como a los hombres parodiando de una manera cómica los mitos correspondientes. Este intermedio satírico, en su forma típica, se encuentra en muchos lugares—en Siracusa, su representante fue un poeta de gran valor, contemporáneo de Esquilo, Epicarno, y con el nombre de mimo siguióo existiendo durante todos los periodos de la antigüedad—; pero en Atenas se confundió con los cantos acusadores, y así la conoció el siglo V—es decir, la comedia política—. Tuvo por representantes oficiales a Cratinus, contemporáneo y enemigo de Pericles; a Eufolis y a Aristófanes, que vivían en el tiempo de la guerra del Peloponeso. Sólo las obras de este último se han conservado: 11 comedias, que son quizá el legado más original que nos ha dejado toda la literatura antigua. Nunca, después, se encontró tal libertad en el verbo acusador; admiramos la fuerza del Estado ateniense, que pudo soportar durante dos generaciones, sobre una escena pública, una crítica tan acerba. Aristófanes acribilla con sus burlas a los demagogos poderosos, como Cleón, Hipérbolos y Cleofón; a los representantes de la corriente espiritual que le son antipáticos, como Eurípides, Agatón y los sofistas; y, con cierto dolor, encontramos entre ellos al mismo Sócrates; pero éste acogió sonriendo y con buen humor la caricatura que su adversario espiritual había hecho de su persona en una comedia, y Platón, en su Banquete, nos muestra al uno y al otro en confversación amigable con Agatón. Era que el veneno de la burla estaba como esparcido en la atmósfera dionisíaca; no había rencor "para aquel que se mofaba en las fiestas tradicionales de Dionisos".
Pero el golpe dado a la hegemonía de Atenas rompió al mismo tiempo su vuelo en el dominio de la sátira política; en el siglo IV, la comedia se estancó. Renunciando a la invectiva personal, explotó, criticándolas más o menos, las costumbres de la época, en particular las de la juventud dorada de Atenas, con sus orgías, sus pasiones y sus dolores afectados. La fecundidad de los poetas, dada la facilidad del trabajo, fué aún mayor: Antífanes, Aleix y algunos otros han dejado cada uno varias centenas de comedias. pero desde el punto de vista cualitativo, esa comedia ática media—como la llamamos—atestigua, lo mismo que toda la poesía del siglo IV, el reflujo de las fuerzas creadoras del pueblo Su importancia histórica reside en que preparó el nuevo vuelo de la comedia en el periodo siguente, la nueva comedia ática de Menandro.
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