Albert Boadella, en Memorias de un Bufón, expone su visión de la importancia de la composición y estructuración cuasi-musical en el teatro:
Pero no sólo la pintura era objeto de encendidas polémicas. Sus alumnos de teatro escuchaban con cierta perplejidad su concepción musical de la escena, como principio y fundamento esenciales del teatro. "Aprenderán ustedes mucho más de Beethoven que de Meyerhold o Stanislavski", y acto seguido les hacía escuchar la introducción lenta, Poco sostenuto, que precede al primer tiempo, Vivace, de la Séptima Sinfonía. Les mostraba cómo un oleaje confuso de escalas ascendentes, del que emerge tan solo una bella melodía del oboe, es sabiamente, ¿maliciosamente?, organizado, preparando la entrada de la danza. Al fin, la eclosión orquestal del Vivace, la saltarina división del ritmo 6/8, célula vital de todo el primer tiempo, se convierte en un irrefrenable gesto liberador: —'¡Esto es teatro en estado puro!, exclamaba, añadiendo a continuación:
"He tenido siempre por mejor aliada a la música que no a la literatura. La prosa es un material refractario a transformar en arte las acciones humanas; eliminando las sugerencias, conduce irremisiblemente a un exceso de concreción y consecuentemente convierte el teatro en pura sociología. Excepcionalmente, tan solo el verso poético ha tenido esa capacidad de fusión armónica con la acción escénica. Sucede esto porque el verso tiene un primer objetivo esencialmente musical, en el que, a través de los sentidos, consigue hacer mucho más inteligibles sus contenidos que si estuvieran construidos en prosa; resumiendo, es tan importante para el teatro Beethoven como Shakespeare." (26-27).
No hay comentarios:
Publicar un comentario