Del ensayo de Miguel de Unamuno "Maese Pedro" (Ensayos, I.353-55):
La Historia de la Revolución francesa, de Tomás Carlyle, me recuerda, en efecto, la titiritera de Maese Pedro, o, en general, un teatro Guiñol. Arma su tinglado, monta las figuras, se coloca él, Carlyle, dentro, y empieza a traerlas y llevarlas y hacerlas accionar, viéndosele no pocas veces las manos, y a hablar por ellas remedando voces. De cuando en cuando interrumpe la representación, y asomando la cabeza por detrás del tinglado, suelta a los espectadores un sermón en que hay mucho de "lúgubre", "sombrío", "preternatural", "limbo", "misterio fuliginoso". "Orco", "Tártaro", "Caos", "negruras sulfurosas de eternas tinieblas", "monstruo", "prodigio", "frenesí", "terror", "horror", "pavor", "rumor" y, sobre todo, "TIEMPO", escrito así, en letras mayúsculas todo él, y "Eternidad", o la "eterna noche". Y vuelve a meter la cabeza para continuar su cuento.
Cuando retira para siempre a alguno de sus muñecos no deja de decirnos que "se desvanece, volviendo a la nativa noche", o algo así por el estilo, y le dirige unas cuantas palabras de despedida, porque acostumbra hablar con sus títeres, y no sólo por ellos. Cuando cogen preso a míster de Cazotte, le dice: "¿Por qué, ¡oh Cazotte!, abandonaste el noveleo y el Diable amoureux por una realidad como ésta?" (Vol. II, lib. I, cap. II.)
A cada momento se dirige a sus muñecos para animarles, consolarles, reprenderles, o prevenirles, ejerciendo de profeta a posteriori. "¡Oh despierto Dumouriez Polimetis, el de la fecunda cabeza, que los dioses te sean propicios! (Vol. III, lib. I, capítulo III). A Maillard, el guión de las ménades, como le llama: "¡Esperaba uno, ¡oh Estanislao! encontrarte en otro sitio que no aquí, astuto ujier montado con tinte de ley! Tienes que llear a cabo esta obra, y luego desaparecer para siempre de nuestra vista." (Vol. III, lib. I, cap. IV). Cuando, al representar el asedio de Lille, saca al barbero aquel que al estallar una bomba cogió un casco de ella, metió en él jabón y espuma, y gritando: Voilà mon plat à barbe ("he aquí mi bacía"), afectó en el sitio a catorce personas, no puede menos que decirle: "Bravo, buen rapista, digno de afeitar al viejo y espectral Caparroja y de hallar tesoros!" (Vol. III, lib. I, cap. VII.) Después de haber puesto en escena la muerte de Marat a manos de Carlota Corday exclama: "¡Oh vosotros dos, desdichados, que os extinguisteis mutuamente, la hermosa y el escuálido, dormid en paz, en el seno de la madre que os parió a ambos!" (Vol. III, lib. IV, capítulo I). "A esta conclusión has venido, desgraciado Luis!", le dice a Luis XVI, o Capeto Veto, como gusta llamarle cuando queda votada su muerte.
Agréguese que juega Maese Pedro con los pronombres personales hasta tal punto, que no se sabe a punto fijo quiénes somos nosotros, quiénes vosotros y quiénes ellos. Pónese unas veces de parte de los unos, y fingiéndose de ellos, dice: "Vamos a hacer esto o lo otro, apresurémonos, tomemos tal o cual resolución", y al poco rato ya está de la otra parte, y los hasta aquí vosotros hanse convertido en nosotros. Veces hay en que se le ocurre fingirse uno de sus muñecos y decir por boca de éste lo que respecto a él se le ocurre, como cuando hace decir a Desmoulins: "Casi llego a conjeturar que yo, Camilo mismo, so y un conspirador y muñeco con hilos".
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