Juan de Mariana, teólogo y pensador político, azuzador del Imperio español, es un católico nacionalista, valga el oxímoron, y católico puritano para más oxímoron. Aquí, en la paráfrasis que da Pi y Margall de sus ideas, condena los teatros como decadentes, y pide su cierre como si fuera del partido de Platón, o del de Cromwell:
"¿Cuándo empezarán a ser más pensadores y leales esos cortesanos que rodean a los reyes? Porque a ellos, y a ellos principalmente, son debidos esos bárbaros proyectos [se refiere a la devaluación de la moneda, su bestia negra]. No sin motivo han sido llamados la peste de la república, no sin motivo llevan concitados contra sí el odio y la cólera del pueblo. ¿Quién más que ellos presta favor al lado de los reyes a esos torpes juegos escénicos, cuya importancia están ponderando sin cesar movidos por el voluptuoso furor de sus pasiones? Excitan estos espectáculos la lascivia, corrompen, afeminan; y ellos, que sólo sirven para el galanteo y la asquerosa crápula, no hallan voces para encomiarlos ni manos para aplaudur a los que los ejecutan sin restos ya de pudor ni de recato. ¿Cómo, si se sintieran aún con valor para vestir la malla de sus antepasados, no habían de levantar el grito contra la introducción de tal costumbre? Mas no son buenos ya ni aun para manejar la espada que indignamente ciñen, y quieren que gane la molicie el corazón de todos. Una nación como la nuestra, ¿ha de tomar por pasatiempo ver representar escenas de amores y adulterios? Una nación como la nuestra no habría de divertir el ánimo de sus negocios ordinarios sino para presenciar simulacros de guerra, o asistir a los ya olvidados ejercicios de la carrera y de la lucha.
"Ciérrense
los teatros, ciérrense esos infames burdeles, escándalo de la gente
morigerada y culta, póngase el mayor coto posible a la prostitución que
nos amenaza con invadirlo todo, reálcese la religión, que debe reinar
sola y señora y enteramente libre de rivalidades y discordias,
consérvese y foméntese el carácter nacional, y veremos resituida a la
cumbre de su grandeza nuestra monarquía; hágase lo contrario, y la
veremos recorrer sin tregua la pendiente de su decadencia hasta llegar
al fondo de su inevitable ruina."
Discurso preliminar a las obras de Juan de Mariana
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