Retropost, 2013:
En esta charla, "Thinking Fast and Slow" (min. 20)
Daniel Kahneman habla de la manera en que la característica de una
buena interpretación (lo que entendemos por una buena interpretación)
es su coherencia. Lo mismo podríamos decir de una buena historia—o de
una buena persona. Ahora bien, hay una cierta contraposición entre los
principios de coherencia y de complejidad, o de coherencia y verdad.
Una interpretación satisfactoriamente coherente se aísla en sí misma y
crea una realidad virtual con su propia coherencia. Una narración
satisfactoria también tiene esa coherencia un tanto ilusoria
redondeada por la clausura y la inevitabilidad del ilusionismo
retrospectivo.
Naturalmente hay también una tensión entre simplicidad y
satisfacción—una historia demasiado simple no nos satisface, tiene a la
vez que crear una coherencia entre elementos discordantes e inconexos.
Y así se crea una dialéctica compleja, y muy situacional, entre la
coherencia de una representación, su relación con la realidad, su
complejidad y la satisfacción que produce.
Con las representaciones y autorrepresentaciones de las personas sucede
algo parecido. Demasiada coherencia lleva al simplismo y al
estereotipo. Demasiada complejidad confunde y desagrada. Y el público
es infinitamente diverso (incluido el propio autointérprete)—con lo
cual no hay distancia de enfoque adecuada para toda persona y
circunstancia.
Eso nos inspira una estética del oportunismo bastante liberadora. De todos modos, como decía el Rey Actor en Hamlet, nuestras palabras son nuestras, pero no nos pertenece a dónde van a parar ni sus efectos.
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