Duque: Ya ves que
no somos los únicos desdichados.
Este teatro amplio y universal
Presenta espectáculos más dolorosos que el de la escena
En la que actuamos nosotros.
Jaques: Todo el
mundo es un escenario,
Y los hombres y mujeres meramente actores.
Tienen sus salidas de escena y sus entradas,
Y un hombre en su tiempo representa muchos papeles,
Siendo sus actos siete edades. Primero el infante,
Maullando y vomitando en brazos de la nodriza.
Luego el colegial quejoso, con su mochila
Y cara limpia mañanera, arrastrándose como un caracol
De mala gana hacia la escuela. Y luego el amante,
Suspirando como un horno, con una doliente balada
Dedicada a la ceja de su amada. Luego un soldado,
Lleno de juramentos extraños, con patillas de leopardo,
Celoso de su honor, brusco, y rápido en buscar pelea,
Buscando la burbuja de la reputación
Hasta la boca misma del cañón. Y luego el juez,
Con buena tripa redonda forrada de capón,
Severos ojos y barba de corte formal,
Lleno de dichos sabios y de casos modernos;
Y así representa su papel. La sexta edad cambia
A Pantalón, viejo flaco en zapatillas,
Gafas en la nariz y bolsa al costado,
Con sus calzas de cuando era joven, bien ahorradas, anchas
como un mundo
Para sus piernillas encogidas, y su voz fuerte y viril
Volviéndose otra vez en voz aguda de niño, como flauta
Da pitidos al sonar. La última escena de todas,
Que termina esta extraña historia llena de eventos,
Es la segunda niñez y el mero olvido,
Sine dientes, sine ojos, sine gusto, sine nada de todo.
(Shakespeare, Como
gustéis, II.7)
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