miércoles, 21 de agosto de 2024

De la extraña aventura que le sucedió al valeroso Don Quijote con el carro o carreta de las Cortes de la Muerte

 Capítulo XI de la segunda parte de la Vida de Don Quijote y Sancho de Miguel de Unamuno:


Reanudaron amo y escudero su camino, burlándose el socarrón Sancho de la candidez de su amo. Y entonces fue cuando toparon con la carreta de la muerte o de la compañía de Angulo el Malo, que Don Quijote, aleccionado y entristecido por lo que acababa de pasarle, tomó por lo que realmente era. Y entonces fue también cuando Rocinante, alborotado por el cascabeleo del moharracho, dio con su amo en tierra y todo lo que se sigue. Y cómo quiso castigar el Caballero a los farsantes, y le esperaron estos en ala y armados de guijarros, y convenció Sancho a su amo, hombre cuerdo y sesudo al fin, de que no debía meterse con semejante tropa, pues entre todos los que allí estaban, aunque parecían reyes, príncipes y emperadores no había ningún caballero andante. Y así Don Quijote mudó ya de su determinado intento. Y al ver que Sancho, or su parte, no quería vengarse, fue cuando le dijo lo de: Pues esa es tu determinación, Sancho bueno, Sancho discreto, Sancho cristiano y Sancho sincero, dejemos estas fantasmas y volvamos a buscar mejores y más calificadas aventuras.

La del carro de la muerte parece una de las más heroicas que llevó a feliz término nuestro hidalgo, pues en ella se nos muestra venciéndose a sí mismo con su cordura. ¡Es que le pesaba sobre el corazón el encantamiento de su dama! El mundo comedia es, y gran locura querer luchar con gentes que no son lo que parecen, sino míseros farsantes que representan su papel, y entre los cuales apenas si se halla de higos a brevas un caballero andante. En el tablado del mundo es novedad sorprendente ver entrar un caballero de verdad, de los que matan y hacen en serio la escena del desafío cuando los otros hacen que la hacen y por hacer el papel no más.Tal es el héroe. Y al héroe le esperan los comediantes todos en ala y armados de piedras. Dejad, pues, a los farsantes y recordad la profunda sentencia de Sancho: nunca los cetros y coronas de los emperadores farsantes fueron de oro puro, sino de oropel u hoja de lata. Recordadla y tened en cuenta que la creeencia de los que en la comedia del mundo hacen el papel de maestros, cobrando por ello su salario, es ciencia de oropel u hoja de lata.

 

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