Hay en el marco del pensamiento de Heidegger sobre la existencia específicamente humana (o Dasein) una interesante reflexión sobre la retroprospección, más en concreto sobre la experiencia retroprospectiva de la muerte y del transcurrir de la vida. En su ensayo sobre "El concepto del tiempo" (1924), que esboza muchos de los temas de Ser y Tiempo, apunta Heidegger cómo la experiencia de la limitación temporal, la consciencia de la muerte, es inherente a la existencia humana. La retroprospección es por tanto una experiencia constitutivamente humana, aunque normalmente se halle atenuada:
En este contexto, el ser de la posibilidad es siempre la posibilidad [constituida] de manera tal que sabe de la muerte, las más de las veces, en este sentido: ya lo sé, pero no pienso en ello. Sé de la muerte las más de las veces en el modo del saber que retrocede. Como interpretación del Dasein, este saber tiene inmediatamente a la mano el disimular esta posibilidad de su ser. El Dasein mismo tiene la posibilidad de evadir su muerte.
Este haber-pasado, como aquél hacia el cual precurso, hace, en este mi precursar hacia él, un descubrimiento: es el haber-pasado de mí. A título de este haber-pasado, descubre mi Dasein en cuanto súbitamente no más ahí; súbitamente no soy más ahí junto a éstas y aquellas cosas, junto a éstos y aquellos hombres, junto a estas vanidades, estos subterfugios y esta parlotería. El haber-pasado desbanda todas las familiaridades (Heimlichkeiten) y ocupaciones, el haber-pasado se lleva consigo todo a la nada. El haber-pasado no es un suceso, un incidente en mi Dasein. Pues es su haber-pasado, no un algo (ein Was) en él, que acontezca, que lo asalte y lo altere. Este haber-pasado no es un Qué, sino un Cómo (Wie), y, ciertamente el Cómo propio de mi Dasein. Este haber-pasado, hacia el cual puedo precursar en cuanto que mío, no es un qué, sino el Cómo de mi Dasein sin más. (13)
La reflexión, y la filosofía, sacan a la luz esta retroprospectividad inherente o voluntariamente olvidada de la experiencia humana. O, puesto de otro modo, la reflexión y la filosofía ahondan en lo específicamente humano mediante la reflexión de estas dimensiones retroprospectivas de la existencia. Puede decirse que la tradición de filosofar sobre la complejidad de la experiencia temporal debe mucho a Heidegger. Nos enseñó mucho a ver cómo la prospección no pertenece únicamente al futuro o al presente, sino también al pasado, y cómo la comprensión retrospectiva de los acontecimientos (ese "saber que retrocede" en torpe traducción aquí) no es sólo cosa del pasado, sino que también se aplica, en algunas de sus modalidades, a la experiencia futura, o al presente. Hoy encontramos ese saber sobre el presente en las páginas de la prensa, esas páginas inauténticas—en este artículo de Oliver Burkeman que nos promete cambiar la perspectiva (temporal) sobre nuestra vida:
This Column Will Change Your Life: Hindsight—it's not just for past events.
Se verá aquí un énfasis en la vida, y no en la muerte. Y ciertamente el énfasis en la muerte, y en la eternidad, pesa desmedidamente en un ensayo sobre la especificidad de la experiencia humana. Las razones por las cuales olvidamos la muerte, razones que también son parte de la experiencia del Dasein, merecen atenderse más. Heidegger encuentra una Verfremdung brechtiana en la perspectiva sobre la vida que nos ofrece la retroprospección, el imaginarla ya transcurrida. Y es cierto—pero hay muchas perspectivas desde las cuales se puede desfamiliarizar la experiencia presente; y en nuestra experiencia vital no es "su más extrema posibilidad" siempre la más relevante, ni la que ofrece un punto de vista más auténtico o deseable.
El ser-ahí se dice de muchas maneras. No hay un punto de vista privilegiado sobre el tiempo, ni sobre la eternidad—todo punto de vista está situado y cada cual tiene sus condicionantes. Heidegger comienza citando a Einstein, pero en realidad es poco relativista. Todavía menos absolutismo perspectivístico puede encontrar lugar en un universo evolucionista, y no estático como el que (de modo ahora harto incomprensible) describía el propio Einstein. La eternidad es mala consejera, y mal rasero, sobre todo para los que vivimos un tiempo, y en el tiempo.
Ahondando en el papel que juega la retroprospección no sólo encontraremos más consciencia de la muerte, sino también más consciencia de la vida y sus complejidades. Y una experiencia del hereafter menos ambiciosa y más ajustada a la experiencia humana real, en sus prioridades y en su multiplicidad compleja. No vivimos sólo para la muerte y para la eternidad, sino también, y ante todo, para el presente, y para el futuro que será presente, y para el pasado que lo ha sido—para más allás más provisionales e inestables, para una vida que aún está por venir, aunque ya haya pasado, o quizá nunca vaya a existir.
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