Retropost, 2005:
La realidad flojea
The place is called the skull where thou dost tread.
(Jones Very, "The Prison")
Las representaciones hacen vacilar nuestro sentido de la realidad, de
tal manera que nuestra atención se desconecta del aquí y ahora de
nuestro cuerpo y nuestro mundo, y se sumerge en el mundo representado,
experimentándolo ya sea a través de otros cuerpos allí representados, ya
sea en un estado nebuloso de flotación, a modo de espíritu viajero por
otras mentes y espacios, sin ubicación fija.
Si la realidad
puede flojear, es porque ella misma es una representación. La neurología
contemporánea ha mostrado cómo nuestro cerebro es un intérprete que
genera la realidad (la realidad en tanto que representación) en la que
nos ubicamos. La mente es, así, una especie de pequeño dios creando su
cosmos (pequeño, porque se le escapa su propio proceso creador, y se
engaña a sí mismo con sus creaciones). Y si esa realidad que genera
nuestro cerebro es más auténtica que otras representaciones secundarias
para nosotros, unas y otras son, hasta cierto punto, intercambiables; al
menos nos podemos apoyar temporalmente en otras realidades virtuales.
La realidad virtual propiamente dicha sería la simulación perfecta,
mediante la tecnología de la representación, de nuestra realidad de
primer nivel. No existe todavía, claro: existen simulaciones o
aproximaciones, como las ha habido siempre... desde que hay teatro,
imágenes o ficciones. De hecho, es en una ficción como Matrix
donde la realidad virtual puede alcanzar su pleno desarrollo: allí, al
ser la realidad de base también una representación (generada por
ordenador en parte), la realidad virtual generada por ordenador puede
implantarse en ella sin que se vean las costuras. Pero experiencias
análogas hay en nuestro mundo: la inmersión del espectador en la
película, o la anulación del yo frente al televisor. La absorción en la
lectura. Las charadas de la política internacional, en las que todos nos
vemos atrapados. El deseo de las imágenes de la moda: de los chicos, de
las chicas, de los maniquís. La máscara de nuestro papel necesario en
la interacción social, la máscara que se pega a la cara (¿a qué cara? A
otra máscara).
Siempre me han atraído las ficciones de la
realidad virtual y la reflexión sobre ella. La hipótesis cartesiana del
genio maligno: quizá lo que tomamos por realidad sustancial sea realidad
virtual, una ilusión generada por un genio maligno (es la hipótesis de Matrix,
avant la lettre). Si la realidad tiene estructura mental, ya es una
hipótesis aceptada de entrada. El mito de la caverna, por ir todavía más
lejos. Claro que para Platón existía la posibilidad de salir de la
caverna, posibilidad que en el estado actual de la reflexión queda
descartada. Esse est percipi-- otro paso en la
fenomenologización del mundo. Es importante, sí, la observación mutua.
Todavía más cuando se interioriza, y nos constituimos desde dentro como
resultado de la observación mutua, hecha ahora nuestra (porque quién
vamos a ser, si no somos quienes nos han dicho que somos). Es lo que yo
he llamado en alguna ocasión el yo relacional: un yo sin sustancia,
mantenido en equilibrio enteramente por nuestra circunstancia (yo soy mi
circunstancia, por así decirlo). Me gusta pensar que es una postura que
tiene algo que ver con los postulados del interaccionalismo simbólico:
generamos sentido mediante la interacción, y mediante la interacción
interiorizada, los signos que según Blumer nos enviamos constantemente a
nosotros mismos. También Goffman parece pensar en este sentido: un día
de estos expondré lo que yo entiendo es su teoría de la génesis del yo
mediante la interiorización estructurada de circunstancias y relaciones.
Pero a lo que iba: la realidad flojea, unas veces más que otras.
Me gusta la moda actual de películas en las que la realidad flojea.
Películas en las que la ilusión generada en la pantalla resulta ser dos
ilusiones: la que creíamos real es doblemente ilusoria, el personaje ve
cómo se le hurta la realidad en la que vivía, y que resulta ser un
constructo cibernético, o psicológico, o mágico, o una simulación
colectiva. Los ejemplos son muchos: he nombrado Matrix, quizá el caso arquetípico. Aquí van otros, cada uno con variantes: Total Recall, Sphere, Abre los ojos, Conspiracy Theory, The Game, Being John Malkovich, Adaptation (El ladrón de orquídeas), Los Otros, Infiltrado, La isla, Misteriosa obsesión, La memoria de los muertos, Olvídate de mí (Eternal Sunshine of the Spotless Mind)... películas todas del género que Daniel Innerarity llamaba "cine cartesiano".
Aparte de sus raíces en la filosofía idealista, hay otras más
inmediatas, claro, en la literatura y el teatro, que también han jugado
con niveles de representación (de hecho si este fenómeno nos llama tanto
la atención es porque no hacemos otra cosa en la vida que jugar con
niveles de representación, marcos dentro de marcos que diría Goffman).
Es un tema frecuente en la poesía amorosa soñar cómo se hace el amor con
la amada, sólo para terminar el poema con el brusco despertar del
poeta. Está en Petrarca, en Quevedo - y en Milton, que añade el detalle
de que despierta a una vida real en la que está ciego, pues sólo puede
ver ya en sueños. Nuestros despertares son brutales, apenas más en el
sueño que en la ensoñación. Así pues son la imaginación y el sueño las
primeras formas de realidad virtual, que todavía dejan chiquitas a las
demás. La Vida es Sueño es un ejemplo magistral de uso literario de este
motivo, combinando la charada (para el espectador) con la
representación onírica (para Segismundo). Los sueños, sueños son... toda
la vida es sueño para Calderón, todo el mundo es teatro para
Shakespeare. Totus mundus agit histrionem: todo el mundo es un
actor, o todo el mundo imita a los actores (o hace el payaso). Son dos
perspectivas que tienen mucho en común: viendo el teatro también
representamos nuestro papel de espectadors, llamados a colaborar con el
actor según Shakespeare: "on your imaginary forces work". Y quién sabe
en virtud de qué papel de nuestra vida social hemos ido al teatro, de
espectadores. Cuando Shakespeare utiliza disfraces sobre disfraces, o
utiliza imágenes sacadas del lenguaje dramático para infundirlas en la
acción "real" de los personajes, está sacando a la luz, y a la vez
intensificando, la teatralidad de la vida cotidiana, y el carácter
convencional de las realidades en que vivimos. Tanto más cuando somos
víctimas de un engaño o de una charada, esas ficciones de la interacción
que envenenan (y constituyen) nuestra vida de modo tan real.
También en la narración me fascina la realidad virtual. Las realidades
virtuales que aparecen en la ciencia ficción (Stapledon ya imaginaba un
control social mediante la realidad virtual tecnológicamente generada,
en Star Maker). Pero antes de la tecnología, magia para quien no la entiende, estaba la magia. En un famoso cuento de El conde Lucanor,
Don Juan Manuel, Petronio y Don Illán el mago de Toledo confunden a la
vez al lector, al conde Lucanor y al deán de Santiago: la realidad que
éste último creía sustancial, y en la que era rico y poderoso, resulta
ser una realidad virtual generada por el mago, para darle una lección de
humildad. En "Asem", Oliver Goldsmith también nos lleva a una realidad
mágica para dar una lección al protagonista, que intentaba suicidarse, y
cuando termina la lección encontramos otra vez al protagonista al borde
del abismo a donde le había llevado su desesperación, pero esta vez
escarmentado por su experiencia -- que no ha tenido lugar en ningún
tiempo ni en ningún lugar, aparte de la realidad virtual. Las realidades
hipotéticas que aparecen en el Cuento de Navidad de Dickens (o en las variantes que ha inspirado, como la película Family Man)
son también fenómenos de la misma especie. Y no deja de ser
significativo que tienen mucho en común estas realidades inestables con
otro tipo de realidad inestable y manipulable: la que aparece en el Libro de Job,
donde las circunstancias de la vida de Job son fácilmente manipulables,
elementos de un experimento o apuesta entre Dios y Satanás. Y yo me
preguntaba, leyando el Libro de Job, si Job no echaría en falta
sus esposas anteriores, y los hijos de su otra vida, aunque Dios o el
diablo le hubiesen vuelto a cambiar las circunstancias. La realidad
había flojeado, para mí si no para Job, y nada volvería a ser lo mismo.
Podrían hacerse muchas tipologías sobre este tipo de ficciones que
utilizan varios planos de realidad: en cuanto a la importancia relativa
de una y otra, su realismo o surrealismo respectivos, la motivación
utilizada para introducir la realidad alternativa (tecnológica,
interactiva, mágica, artística, narrativa...), o la sustancialidad
relativa de una y otra realidad. Es importante, por ejemplo, saber si la
realidad flojea sólo para un personaje o también para el espectador.
Por ejemplo: ¿empieza el relato con un mundo sólido de base, dentro del
cual un personaje es víctima de una ilusión, todo ello a sabiendas del
espectador? O (como sucede en La Isla o Matrix)
creemos estar instalados, como espectadores, en un mundo sólido, junto
con los personajes, y caemos también junto con ellos por una trampilla
en el suelo que nos lleva a otra realidad? (¿Y esa otra realidad, es
estable?).
En última instancia, todas estas obras que usan la
realidad virtual nos hacen dudar de la sustancialidad de nuestra
realidad, nos muestran cómo está hecha de sueños intercalados, de
ficciones en las que vivimos, de otras representaciones que se han
solidificado y que tomamos, provisionalmente, por la realidad que nos
aprisiona. Yo sueño que estoy aquí....
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