miércoles, 27 de julio de 2022

Gerry

 Curiosa película, Gerry, de Gus Van Sant. Se la ahorré a los chavales, diciéndoles que "parece normal, pero mala, y en realidad es rara, pero buena". Es tan desesperadamente lenta, tan "plomo", que a la salida del cine vino corriendo el organizador del ciclo de cineclub a pedirnos disculpas por haberla programado. Pero hablando con él y otros casi le convencimos de que era mejor de lo que parecía. Va, en esencia, de dos personajes de pocas palabras perdidos en el desierto, andando andando de aquí para allá desorientados, hasta que, a punto de morir de insolación y deshidratación, uno de ellos mata al otro, y descubre al poco la carretera para salir de allí.  Lo recoge un coche, y el conductor lo mira por el retrovisor con cierta desconfianza; va sentado en el asiento trasero al lado del hijo del conductor. Delante no sabemos si hay esposa o no, es uno de los enigmas del filme.

A veces las andanzas de Gerry y su colega, no siempre queda claro quién es quien, al parecer los dos son Gerry, recuerdan a las de Vladimir y Estragón en Esperando a Godot. Supongo que la coincidencia de nombres es una de las señales sutiles de poética homosexual que gusta de lanzar Van Sant, igual que en Paranoid Park, explorando las patologías de las relaciones, homosexuales en particular, que son abundantes, la confusión y desorientación que producen cuando no tienen una dirección clara, que normalmente no la tienen. Podría decirse que el desierto éste (imaginario desierto de la mente, nunca hubo un desierto tan variado en su deserción como éste) es en realidad como una alegoría de la propia relación entre Gerry y Gerry, o de Gerry consigo mismo por decirlo de otra manera.

La pareja está en crisis, apenas se hablan—hay dos conversaciones sostenidas, una de ellas una fantasía de Gerry 2 (Casey Affleck) sobre sus problemas como caudillo griego, quizá en un videojuego; al parecer es el fantasioso y a Gerry 1, estólido y más elemento masculino, es al que le entretiene la vida. Pero tras horas de crisis y desierto, sin que la crisis termine de aflorar abiertamente, el Gerry 2 le dice a Gerry 1 "me voy, te dejo"—en circunstancias curiosas, precisamente cuando no puede irse ni dejarlo, pero puede—y es la ocasión de que Gerry 1 lo estrangule. También era Gerry 1 el hombre del desierto despiadado, el tuareg inescrutable. Malas crisis larvadas. El tema homosexual nunca aparece explícitamente—o sea, con sexualidad, ni siquiera con parafernalia muy reconocible—pero de homo hay mucho homo, no siempre sapiens; está claro por otra parte que ninguno de los dos Gerrys son el más listo de la clase. Hacer el Gerry es una frase que usan ambos con el sentido de meter la pata, portarse como un imbécil.

En fin, una película sobre el desierto de la pareja, que a veces cae en la imitative fallacy tan deplorada por Yvor Winters: si quieres mostrar el aburrimiento, aburre. Por suerte hace otras cosas, aparte de aburrir.  Como a Roger Ebert, también me recordó la película a la escena final de Avaricia, de Von Stroheim. Y también a Ebert le recuerda a Godot—todo esto no puede ser casualidad.



 
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