martes, 27 de julio de 2021

Eisenhower y la moral ecuménica

 En este ensayo recogido en Babel contra Babel, Sánchez Ferlosio reflexiona sobre el rechazo moderno, ejemplificado en Eisenhower, a la guerra como ceremonia, ritual dramatístico o convención regida por la cortesía, en favor de algo más puramente "racional"—la guerra total:


Dwight Eisenhower representa de manera ejemplar la máscara ideológica exigida por la conciencia moderna, donde la justificación prefigurada, aunque nunca madurada, por la ilustración cristiana confesional  llega a cumplirse bajo las formas laicas de racionalización y moralización indistintamente liberales o marxistas. (Por cuenta del marxismo, es nada menos que un texto canónico de sus Escrituras, el Anti-Dühring, el que fija y declara de una vez por todas el dogma de la racionalidad instrumental de la guerra, frente a opiniones que trataban de sospecharle y descubrirle orígenes y motivaciones más gratuitos y oscuros. El pobre Dühring, con toda su torpeza de expresión, era mucho más honesto, más valiente, más agudo y más certero en sus suspicacias que ese necio arrogante y olímpico de Engels en el profundo y miserable conformismo de su réplica.) Cuando a Eisenhower se le sugirió que, siguiendo un uso tradicional de cortesía militar, aceptase la visita del general alemán Von Arnim, que pasaba, prisionero, por Argel, rechazó horrorizado semejante idea, como una pervivencia de barbarie. Aceptar una visita así, aun como un simple protocolo caballeresco, significaba poner, siquiera formalemnte, entre paréntesis la enemistad y, por tanto, reconocer implícitamente un plano de relación humana que quedaba fuera, por encima y a salvo del alcance de la guerra misma; un plano que, dejando en suspenso las razones de ésta, se hacía virtualmente superior a ellas y, consiguientemente, las relativizaba. Y ésta era justamente la representación que el puritano sentimiento moral de Eisenhower no podía ni por un solo instante soportar; la posibilidad, ni aun como piadosa ficción ceremonial, de algún estrato humano, de la índole que fuere, que estuviese por encima de la Causa por la que combatía. 

La simple suposición de un plano superior en que la hostilidad quede en suspenso y los antagonistas se puedan dar la mano proyecta sobre el plano dejado por debajo, el de la guerra, la indeseable imagen de la competición lúdica, del deporte, del juego, y cuando la guerra aspira a racionalizarse y a moralizarse sancionándose como útil, instrumental y necesaria, no puede tolerar que le recuerden su verdadero origen (dejo para otro día el encarecer hasta qué punto, contra cualquier posible empeño de oultarlo, la victoria será la que delate, en su semblante mismo, ese origen de modo incontenible e incontestable). El acto caballeroso es un acto libre, gracioso, espontáneo; la caballerosidad conlleva siempre algún aire de gesto y es sentida como la gala de la acción y equiparada a aquella gala del atuendo en que el antiguo uniforme gustaba de complacerse y que el moderno suprime con una rabia no poco sospechosa. (180-81).



Efímero

domingo, 25 de julio de 2021

Virtud aparente: Dramatismo y detección del hipócrita

Benito Jerónimo Feijóo (el Feijóo bueno) escribe sobre el teatro cotidiano de la hipocresía con la agudeza de un Goffman del siglo XVIII en su Teatro Crítico:

Virtud aparente

Los hipócritas perfectos son pocos. Llamo hipócritas perfectos a aquellos cuya superficie toda es devoción y el fondo todo iniquidad...

No hay que admirar que sean pocos éstos, no obstante ser el camino de la hipocresía el más breve que hay para el templo de la Fortuna. Son pocos los que tienen la robustez de espíritu necesaria para una vida tan trabajosa. Concíbase cuanto se quisiere ardua la virtud, más penosa es la fingida que la verdadera. Es menester un continuo estudio inseparable de un continuo afán; una vigilancia infatigable en reprimir las irrupciones del alma, que sin intermisión pretende campear hacia afuera. No hay pasión que como fiera atada no forcejee por ormper las prisiones en que la pone el disimulo. No late menos la facultad animal del corazón en el semblante que la vital en la arteria. Su movimiento interno es como el del reloj que tiene afuera voz que le publica y mano que le señala. No hay palabra, no hay acción que, si no se rige con contrario ímpetu, no sigue el curso de aquella animada máquina. Solicitan importunamente a los ojos la curiosidad y la lascivia; brma por desahogarse en la voz y en el ceño la impaciencia; la chocarrería oída con gusto provoca a la risa; llama la injuria a la venganza; la lengua y el oído están mal hallados con el silencio; no hay miembro que a su pesar no se haya de dejar regir hacia la representación de compostura; son infinitas las cuerdas de que se compone la armonía de un exteriorior modesto y todas deben estar violentamente tirantes; a las puertas de todos los sentidos dan continuas aldabadas los apetecidos objetos. ¿Qué fuerza hay bastante a resistir tantos impulsos o a manejar a un tiempo tantas riendas?

Añádase a esto el susto de ser cogidos en la trampa. En cuantos ojos la circundan otras tantas espías enemigas temen. Bien conocen la dificultad de conservar siempre inaccesible el alma a la observación ajena. Por más que se cierren las ventanas, quedan en imperceptibles descuidos innumerables resquicios. Cuando logren engañar la multitud, no faltan espíritus trascendentes que distinguen, en cualquier parte que se halle, lo natural de lo artificioso. por más que la afectación remede la realidad, una y otra tienen sus notas, bien que inexplicables, perceptibles; un carácter especial que se sujeta a la inteligencia y se niega a la voz. El mismo cuidado de ocultar al alma la hace visible, porque es visible la cautela y es visible también que los corazones inocentes no usan de este estudio. Todo hombre muy circunspecto se hace sospechoso. El que está asegurado de su conciencia, obra y habla con abertura. Ni le aprovechará al hipócrita ponerse a imitar aquella nativa franqueza, nunca acertará con el punto debido. Siempre los que tienen conocimiento distinguirán entre el original y la copia. Así yo creo que hasta ahora no hubo hipócrita que acertase a engañar a todo el mundo....


(IV, Disc. I).


 

 



The Hole

viernes, 16 de julio de 2021

Fort / Da: Origine du dramatisme selon Freud

Selon Sigmund Freud dans Au-delà du principe de plaisir, une théorie du jeu enfantin et de la fiction primordiale comme réecriture de la réalité et contrôle imaginaire du monde mais relu par René Girard, qui en tire les conséquences dramatistiques du passage, et le relit à la lumière de sa propre théorie du sacrifice victimaire comme la fondation de l'ordre social, dans Des choses cachées depuis la fondation du monde.

Toutes les grandes œuvres littéraires s'inscrivent en faux contre une conception qui, une fois de plus, minimise le rôle de la violence et des conflits aussi bien dans les désordres que dans les ordres individuels et collectifs.

Un des grands textes de l'école, c'est Au-delà du principe de plaisir. On en extrait, pour appuyer la thèse de l'entrée dans le langage et la dimension symbolique, la description du petit enfant qui s'amuse à faire disparaître et reparaître, attachée à un fil, une bobine dont Freud dit qu'elle représente la mère tantôt absente tantot présente. Lacan se plaît à découvrir là la premiere manipulation significative, l'apprentissage par l'enfant du signifiant.

Dans une note, nous voyons l'enfant jour au Fort/Da avec sa propre image dans un miroir et il ya là tout ce qu'il faut, en quelques lignes, pour suggérer les deux grandes thèses de Lacan.

Jenseits des Lustprinzips est effectivement à mes yeux un des textes essentiels de son auteur. Ce qui me frappe dans ce texte, c'est que le jeu du Fort/Da est présenté dans une perspective mimétique et sacrificielle, qui mérite d'être dégagé. Freud transforme le moment où l'enfant jette la bobine loin de lui en une véritable expulsion sacrificielle motivée par une impulsion vengeressse à l'encontre de la mère, parce qu'il lui arrive de s'absenter. 

Das Wegwerfen des Gegenstandes, so dass er fort ist, könnte die Befriedigung eines im Leben unterdrückten Racheimpulses gegen die Mutter sein, weil sie vom Kinde fortgegangen ist. (121)

L'enfant, nous dit Freud, met en scène, dans ses jeux, toutes ses expériences les plus désagréables et il les transforme, ce faisant, en expériences agréables parce qu'il réussit à s'en rendre maître. Freud a déjà noté que dans l'exemple observé par lui, le sujet ne laissait paraître aucun trouble quand la mère s'éloignait de lui.

Freud nous affirme qu'il ne s'agit pas là d'un exemple unique. On sait, écrit-il, que d'autres enfants peuvent ventiler leurs sentiments hostieles en jetant au loin des objets à la place des individus réellemnt visés. 

Wir wissen auch von anderen Kindern, dass sie ähnliche feindselige Regungen durch das Wegschleudern von Gegenständen an Stelle der Personen auszudrücken vermögen [...]

[...] Man sieht, dass die Kinder alles im Spiele wiederholen, was ihnen im Leben grossen Eindruck gemacht hat, dass sie dabei die Stärke des Eindruckes abreagieren und sich sozusagen zu Herren der Situation machen. Aber anderseits ist es klar genug, dass all ihr Spielen under dem Einfluss des Wunsches steht, der diese ihre Zeit dominiert, des Wunsches: gross zu sein und so tun zu können wie die Grossen (pp. 14-15). 

Parmi les scènes les plus pénibles que les enfants ne manquent jamais de rejouer figure, nous dit Freud, l'expérience particulièrement terrifiante d'une intervention chirurgicale. La mise en scène comporte un élément de plaisir car l'enfant distribue les rôles parmi ses compagnons de jeu de façon à se venger sur celui qui est substitué à l'auteur de l'expérience désagréable, et qui représente cet autur: "... und rächt sich so an der Person dieses Stellvertreters" (p. 15).

En somme, c'est tout le problème des conduites rituelles que pose Freud, dans une espèce de clair-obscur, au niveau de l'individu. La chose est confirmée dans le même paragraphe par la référence à l'art dramatique et imitatif des adultes qui n'épargne pas aux spectateurs même les impressions les plus pénibles, par exemple dans la tragédie, et qui en fait une source de plaisir. Nous voilà donc de retour à la catharsis aristotélicienne et à ses expulsions post-rituelles:

Schliessen wir noch die Mahnungen an, dass das künstelrische Spielen und Nachahmen der Erwachsenen, das zum Unterschied vom Verhalten des Kindes auf die Person des Zuschauers zielt, diesem die schmerzlichsten Eindrücke zum Beispiel in der Tragödie nicht erspart und doch von ihm als hoher Genuss empfunden werden kann (p 15).

C'est vraiment là une page extraordinaire car, liés à l'apparition du langage et des systèmes de signes, ce ne sont pas les jeux purement intellectuels dont parle le structuralisme que nous trouvons, mais une soif de "vengeance" qui devient "constructive" sous le rapport culturel parce qu'elle se dépense sur un Stellvertreter, un substitut sacrificiel. Et tout cela se produit dans un cadre trop large pour l'Œdipe.

Il faudrait observer de très près tout ce qui, dans ces quelques pages, se rapporte à l'imitatif et à l'imitation: Nachahmung, nachähmlich. C'est considérable en dépit d'une certaine gêne qui paraît se manifester chez Freud, et d'une tendance, déjà, à réprimer le thème, tendance que le structuralisme contemporain pousse jusqu'à l'escamotage radical. 

Freud comprend, semble-t-il, que le Fort/Da n'est jamais que la reprise imitative d'un jeu proposé par les adultes. Si la mère perçoit sans peine que le "o-o-o-o-o" de l'enfant signifie fort, c'est parce qu'elle a servi de modèle à l'enfant; c'est elle, en somme, qui lui a appris ce jeu, lequel dans le monde francophone s'accompagne immanquablement des paroles: "coucou, le voilà". Freud ajoute que c'est sans importance, pur la valeur affective du jeu, si celui-ci est inventé de toutes pièces par l'enfant ou s'il est adopté à la suite d'une suggestion extérieure.

Für die affektive Einschätzung dieses Spieles ist es natürlich gleichgültig, ob das Kind es selbst erfunden oder sich infolge einter Anregung zu eigen gemacht hatte (p. 13).

Il n'est pas sans importance pour nous, évidemment, que le processus de genèse symbolique relève d'une imitation. On peut constater très aisément que l'imitation joue un rôle essentiel, en conjonction avec la substitution à tous les stades de l'opération quasi rituelle décrite par Freud. La substitution n'est pas première, mais seconde, car elle n'est elle-même que l'imitation d'une substitution inhérente à tous les procédés victimairs, à toutes les impulsions violentes, qui tendent irrésistiblement à passer d'objet en objet. C'est dire que, même s'il ne dispose pas du mécanisme victimaire, Freud s'approche très près de lui en constatant, dans ce texte, qu'il existe entre la vengeance et les procédés de substitution une affinité réciproque. 

Freud comprend tellement l'importance de l'imitation dans tout ce qui se dessine là qu'il juge nécessaire de justifier l'absence de toute réflexion explicite à son sujet. Il est superflu, écrit-il, d'assumer un instinct particulier d'imitation comme motif du jeu de Fort/da:

Aus diesen Erörterungen geht immerhin hervor, dass die Annahme eines besonderen Nachahmungsstriebes als Motiv des Spielens überflüssig ist (p. 15).

L'accent ici est sur le mot "besonderen" et il n'est pas question pour Freud de refuser tout rôle à l'imitation.  Si Freud avait réfléchi encore, il aurait compris que la possibilité d'une invention pure n'est pas tenable: our bien l'enfant imite une conduite déjè symbolisée par les adultes, ou bien c'est l'esprit de violence et de vengeance qui suggère la symbolisation en proposant des substituts à l'impuissance où l'on est de se venger réllement. Freud ne parvient jamais à démêler complètement ses deux imitations l'une de l'autre, et elles sont toutes deux présentes, une fois de plus, de toute évidence, dans la phrase suivante, celle qui évoque les arts imitatifs de l'humanité et en particulier la forme la plus vengeresse de toutes, la trágédie. Tout cela est présenté comme un Nachahmen des adultes, très analogue au Nachahmen des enfants: "Schliessen wir noch die Mahnungen an, dass das Künstlerische Spielen und Nachahmen der Erwachsenen [...]" (p. 15).

 La version structuraliste fait ressortir certaines intuitions de Freud en direction toujours de l'ordre différentiel, et ce n'est pas sans intérêt, mais ce gain s'effectue aux dépens de quelque chose de plus essentiel qui n'arrive d'ailleurs pas à se formuler complètement, même dans les meilleurs textes freudiens, et c'est le jeu mimétique, bien entendu, qui va des formes les plus élémentaires de l'imitation aux paradoxes des doubles et à la victime émissaire. Tout ce qui se dirige chez Freud vers cet essentiel—et dans le texte que nous sommes en train de lire et dans les textes que nous avons déjà lus, la double génèse oedipienne, par exemple, et Zur Einführung des Narzissmus—non seulement n'est pas développé par la lecture structuraliste mais est complètement passé sous silence, éliminé, ratiboisé, sacrifié à la toute-puissance de l'ordre différentiel et structurel.

On peut penser, en vérité, qu'après Freud et au-delà de lui deux routes se présentent: l'une qui maintiendra le sacré de la Différence et qui ne pourra plus le faire qu'au niveau du langage, l'autre qui s'attachera, chez Freud, à ce qui ébranle et subvertir secrètement cette différence. La première peut se définir encore au sein du cadre psychanalytique et, dans sa version la plus brillante, elle met l'accent sur tout ce qui se rapporte à la différence linguistique chez Freud; elle sacralise le langage au niveau du jeu de mots et constitue quelque chose du peu semblable, sous bien des rapports, au passage de Molière à Marivaux.


 

 

 

 

 

     


 

TF1 - Spécial Roméo et Juliette

Romeo Et Juliette Musical

Prospección, Retrospección, Retroproyección, Retroalimentación

 

martes, 13 de julio de 2021

Le théâtre social du désir chez Proust

Un fragment sur le narcissisme social vécu et analysé de Proust, par René Girard, dans Des Choses cachées depuis la fondation du monde (547-48). Du narcissisme naïf de Jean Santeuil, à la distance prise et la critique du narcissisme  dans À la recherche du temps perdu.

On peut montrer, je pense, que la superiorité indéniable de la Recherche dans le domaine du désir, son aptitude à nous transmettre l'expérience vécue du désir, à nous communiquer l'angoisse qui accompagne cette expérience, repose sur des changements de structure très faciles à déceler quand on compare cette œuvre à Jean Santeuil. 

Dans les deux œuvres, par exemple, nous avons des scènes de théâtre, très différentes en apparence par le ton, le style et même le contenu mais entre lesquelles des correspondances existent malgré tout, qu'un examen attentif révélera sans peine. A la lumière de ces correspondances, la nature du bouleversement qui s'effectue entre les deux œuvres devient elle aussi manifeste. Ce bouleversement porte sur la position structurale du désir lui-même, associée à celle du narrateur dans l'un et l'autre roman.

Dans les deux scènes auxquelles je songe, le véritable centre d'intérêt n'est pas la scène du théâtre, mais la loge où se tiennnent les personnages les plus séduisants et les plus aristocratiques, le nec plus ultra de la société parisienne et internationale, dans un roman commme dans l'autre.

Dans Jean Santeuil, le héros se trouve lui-même dans la loge, centre unique de l'attention générale, flatté et même adulé par tous les personnages les plus glorieux. Un ex-roi du Portugal pousse l'amabilité jusqu'à luis arranger sa cravate. Par sa vulgarité même, la scène fait songer à la publicité contemporaine. Utilisez les produits de beauté X ou Y et vous déchaînerez partout des passions irrésistibles; des foules d'adoratrices ou d'adorateurs convergeront sur vous. 

Pour compléter la chose, les ennemis du héros, ceux qui correspondent dans Jean Santeuil au couple Verdurin de la Recherche, assistent à son triomphe de fort loin, mêlés à la foule indistincte de l'orchestre, crevant de dépit au spectacle de ce prodige. 

Dans la Recherche, c'est le narrateur qui est perdu dans la foule et qui contemple avidement le spectacle quasi surnaturel à ses yeux que constitue la loge aristocratique. Nulle part dans cette œuvre ne figure l'équivalent de la scène de Jean Santeuil que je viens de résumer: nulle part on ne trouve cette économie parfaitement circulaire d'un désir qui, se nourrissant de lui-même et se réingurgitant pour ainsi dire, ne subirait jamais, de ce fait, aucune "déperdition" et correspondrait parfaitement à la définition freudienne du narcissisme intact.

Ou plutôt si. On trouve bien cette chose mais en tant qu'elle constitue le mirage par excellence du désir L'autonomie bienheureuse dont parle Freud, la position libidinale inexpugnable, c'est une fois de plus la transcendance métaphysique du modèle-obstacle, dont la fermeture et la circularité de la loge nous proposent une figuration symbolique, et c'est au modèle-obstacle que l'art supérieur de la Recherche réserve tout cela, c'est-à-dire aux Autres seulement, en tant qu'ils sont transfigurés par le désir. Dans la scène de Balbec, tout cela est attribué à la petite bande et dans la scène du th´âtre, tout cela appartient provisoirement aux aristocrates du faubourg Saint-Germain dans la mesure où ceux-ci se refusent encore à "recevoir" le narrateur et constituent toujours pour lui l'obstacle fascinant. Dès que le narrateur réussit à se faire inviter chez les Guermantes, dès que cet obstacle n'en est plus un pour lui, le désir s'évanouit. 

Pour faciliter les choses, je choisis ici un exemple un peu outré et j le simplifie en vous le présentant. Mais on n'en voit que mieux, je pense, la nature du changement structural entre les deux romans. Même s'il réussit de temps à autre à se voir dans la situation glorieuse de Jean Santeuil, le désir occupe fondamentalement la position dépressive, non pas parce qu'il est persécuté par les autres ou par la société, mais parce qu'il élabore tout cela lui-même, en projetant sur l'obstacle le plus résistant, c'est-à-dire sur le mépris ou la vulgaire indifférence, le mirage de cette auto-suffisance à la conquête de laquelle il consacre toutes ses forces.

Le premier Proust s'imagine que cette auto-suffisance existe quelque part, et qu'il va bientôt s'en emparer, il ne cesse de rêver le moment de cette conquête et de se la représenter lui-même comme si elle était déjà effective. Le désir vend la peau de l'ours sacrificiel avant de l'avoir tué!

 



lunes, 12 de julio de 2021

La espiral hermenéutica

 

Más sobre la internalización de la interacción

Totus mundus histrionem agit

A passage on the World as a Stage of Folly, from Robert Burton's Anatomy of Melancholy. In the preface, Burton, in his assumed persona as "Democritus Junior", brings on stage the original Democritus, as remembered by Hippocrates. The Laughing Philosopher laughs at mankind, and most particularly "at the vanities and fopperies of the time", while he dissects some animals, and addresses his visitor thus:

 (...)

"And doth it not deserve laughter to see an amorous fool torment himself for a wench; weep, howl for a misshapen slut, a dowdy sometimes, that might have his choice of the finest beauties? Is there any remedy for this in physic? I do anatomize and cut up these poor beasts (2), to see these distempers, vanities and follies, yet such proof were better made on man's body, if my kind nature would endure it: who from the hour of his birth is most miserable, weak, and sickly (3); when he sucks he is guided by others, when he is grown great practiseth unhappiness and is sturdy, and when old, a child again, and repenteth him of his life past" (4). And here being interrupted by one who brought books, he fell to it again, that all were mad, careless, stupid: "To prove my former speeches, look into courts, or private houses. Judges give judgment according to their own advantage, doing manifest wrong to poor innocents to please others (5). Notaries alter sentences, and for money lose their deeds. Some make false moneys; others counterfeit false weights. Some abuse their parents, yea, corrupt their own sisters; others make long libels an pasquils, defaming men of good life, and extol such as are lewd and vicious. Some rob one, some another; magistrates make laws against thieves, and are the veriest thieves themselves (6). Some kill themselves, others despair, not obtaining their desires. Some dance, sing, laugh, feast and banquet, whilst others sigh, languish ,mourn and lament, having neither meat, drink, nor clothes. Some prank up their bodies, and have their minds full of execrable vices (7). Some trot about to bear false witness, and say anything for money (8), and though judges know of it, yet for a bribe they wink at it, and suffer false contracts to prevail against equity. Women are all day a-dressing, to pleasure other men abroad, and go like sluts at home, not caring to please their own husbands whom they should. Seeing men are so fickle, so sottish, so intemperate, why should not I laugh at those to whom folly seems wisdom, will not be cured, and perceive it not?" (9)

It grew late: Hippocrates left him; and no sooner was he come away, but all the citizens came about flocking, to know how he liked him. He told them in brief, that notwithstanding those small neglects of his attire, body, diet, the world had not a wiser, a more learned, a more honest man, and they were much deceived to say that he was mad. (1)

Thus Democritus esteemed of the world in his time, and this was the cause of his laughter: and good cause he had. 

Olim jure quidem, nunc plus, Democritus, vide:

Quin vides? Vita haec nunc mage ridicula est. (2)

Democritus did well to laugh of old,

Good cause he had, but now much more;

This life of ours is more ridiculous 

Than that of his, or long before.

 Never so much cause of laughter as now, never so many fools and madmen. 'Tis not one Democritus will serve turn to laugh in these days; we have now need of a "Democritus to laugh at Democritus" (3); one jester to flout at another, one fool to fleer at another; a great stentorian Democritus, as bit as the Rhodian Colossus. For now, as Sarisburiensis said in his time (4), totus mundus histrionem agit, the whole world plays the fool; we have a new theatre, a new scene, a new Comedy of Errors, a new company of personate actors; Volupiae sacra [the rites of the goddess of pleasure] (as Calcagninus willingly feigns in his Apologues) are celebrated all the world over, where all actors were madmen and fools, and every hour changed habits, or took that which came next (5). He that was a mariner to-day is an apothecary to-morrow; a smith one while, a philosopher another, in his Volupiae ludis [in these fêtes of the goddess of pleasure]; a king now with his crown, robes, sceptre, attendants, by and by drove a loaded ass before him like a carter, etc. Democritus were alive now, he should see strange alterations, a new company of counterfeit vizards, whifflers, Cuman asses, maskers, mummers, painted puppets, outsides, fantastic shadows, gulls, monsters, giddy-heads, butterflies. And so many of them are indeed (if all be true that I have read) (6). For when Jupiter and Juno's wedding was solemnized of old, the gods were all invited to the feast, and many noble men besides.  Amongst the rest came Chrysalus, a Persian prince, bravely attended, rich in golden attires, in gay robes, with a majestical presence, but otherwise an ass. The gods, seeing him come in such pomp and state, rose up to give him place, ex habitu hominem metientes [measuring the man by his garb]; but Jupiter, perceiving what he was, a light, fantastic, indle fellow, turned him and his proud followers into butterflies (1): and so they continue still (for aught I know to the contrary) roving about in pied coats, and are called chrysalides by the wiser sort of men: that is, golden outsides, drones, flies, and things of no worth. Multitudes of such, etc.

        Ubique invenies

Stultos avaros, sycophantes prodigos.

[You will find everywhere miserly fools and spendthrift sycophants.]

Many additions, much increase of madness, folly, vanity, should Democritus observe, were he now to travel, or could get leave of Pluto to come see fashions (...) 






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(2). Ut insaniae causam disquiram bruta macto et seco, cum hoc potius in hominibus investigandum esset.

(3). Totus a nativitate morbus est.

(4). In vigore furibundus, quum decrescit insanabilis.

(5). Cyprian, ad Donatum. Qui sedet crimina judicaturus, etc.

(6). Tu pessimus omnium latro es, as a thief told Alexander in Curtius. Damnat foras judex, quod intus operatur. —Cyprian.

(7). Vultus magna cura, magna animi incuria. —Am. Marcel.

(8). Horrenda res est, vix duo verba sine mendacio proferuntur: et quamvis solenniter homines ad veritatem dicendam invitentur, pejerare tamen non dubitant, ut ex decem testibus vix unus verum dicat. —Calv. in viii John, serm. I.

(9). Sapientiam insaniam esse dicunt.

(1). Siquidem sapientiae suae admiratione me complevit, offendi sapientissimum virum, qui salvos potest omnes homines reddere.

(2). E Graec. epig.

(3). Plures Democriti nunc non sufficiunt opus Democrito qui Democritum rideat. —Eras. Moria.

(4). Polycrat. lib. 3, cap., 8, e Petron.

(5). Ubi omnes delirabant, omnes insani, etc.; hodie nauta, cras philosophus; hodie faber, cras pharmacopola; hic modo regem agebat multo satellitio, tiara, et sceptro ornatus, nunc vili amictus centiculo, asinum clitellarium impellit. 

(6). Calcagninus, Apol. Chrysalus e caeteris auro dives, manicato peplo et tiara conspicuus, levis alioquin et nullius consilii, etc., Magno fastu ingredienti assurgunt dii, etc.

(1). Sed hominis levitatem Jupiter perspiciens, At tu (inquit) esto bombilio, etc., protinusque vestis illa manicata in alas versa est, et mortales inde Chrysalides vocant hujusmodi homines.



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Clarissa la crítica, y su ética del buen gusto

viernes, 9 de julio de 2021

Los pájaros

 

Quedarse inmóvil unos segundos

 

Trolösa

 

Comment je me vois vu: Ego social et réputation

Notre Dame de Paris (French musical)

Jean Cocteau, 'La Voz Humana'

Buero Vallejo, "La Fundación"

Performing Identities

martes, 6 de julio de 2021

Inés de Castro

 

Juan de Mariana contra los teatros

 Juan de Mariana, teólogo y pensador político, azuzador del Imperio español, es un católico nacionalista, valga el oxímoron, y católico puritano para más oxímoron. Aquí, en la paráfrasis que da Pi y Margall de sus ideas, condena los teatros como decadentes, y pide su cierre como si fuera del partido de Platón, o del de Cromwell:


"¿Cuándo empezarán a ser más pensadores y leales esos cortesanos que rodean a los reyes? Porque a ellos, y a ellos principalmente, son debidos esos bárbaros proyectos [se refiere a la devaluación de la moneda, su bestia negra]. No sin motivo han sido llamados la peste de la república, no sin motivo llevan concitados contra sí el odio y la cólera del pueblo. ¿Quién más que ellos presta favor al lado de los reyes a esos torpes juegos escénicos, cuya importancia están ponderando sin cesar movidos por el voluptuoso furor de sus pasiones? Excitan estos espectáculos la lascivia, corrompen, afeminan; y ellos, que sólo sirven para el galanteo y la asquerosa crápula, no hallan voces para encomiarlos ni manos para aplaudur a los que los ejecutan sin restos ya de pudor ni de recato. ¿Cómo, si se sintieran aún con valor para vestir la malla de sus antepasados, no habían de levantar el grito contra la introducción de tal costumbre? Mas no son buenos ya ni aun para manejar la espada que indignamente ciñen, y quieren que gane la molicie el corazón de todos. Una nación como la nuestra, ¿ha de tomar por pasatiempo ver representar escenas de amores y adulterios? Una nación como la nuestra no habría de divertir el ánimo de sus negocios ordinarios sino para presenciar simulacros de guerra, o asistir a los ya olvidados ejercicios de la carrera y de la lucha.

"Ciérrense los teatros, ciérrense esos infames burdeles, escándalo de la gente morigerada y culta, póngase el mayor coto posible a la prostitución que nos amenaza con invadirlo todo, reálcese la religión, que debe reinar sola y señora y enteramente libre de rivalidades y discordias, consérvese y foméntese el carácter nacional, y veremos resituida a la cumbre de su grandeza nuestra monarquía; hágase lo contrario, y la veremos recorrer sin tregua la pendiente de su decadencia hasta llegar al fondo de su inevitable ruina."


Discurso preliminar a las obras de Juan de Mariana


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sábado, 3 de julio de 2021

Boadella: No me molesta que me llamen facha

 

Exposition dramatique du désir mimétique

 

Extrait de René Girard, Des choses cachées depuis la fondation du monde. With Jean-Michel Oughourlian and Guy Lefort. 1978. Paris: Grasset-Le Livre de Poche, 1991; 452-54.

 

R.G.: Cette technique hypnotique, dont vous parlez, consiste le plus souvent à faire fixer un objet brilliant par le sujet et à lui demander de concentrer son attention sur cet objet.

 

J.-M. O.: Absolument. Ceci me paraît d'ailleurs particulièrement éclairant. En effet, tous les auteurs ont bien vu, et notamment Pierre Janet, que l'hypnose s'accompagnait d'un "rétrécissement du champ de la conscience" et que la suggestion ne pouvait s'exercer que sur un sujet attentif.

                 Nous retrouvons ici des termes comme "fascination" ou "prise du regard" sous la plume de nombreux auteurs. Ceci me paraît très évocateur de l'ascendant qu'exerce le modèle sur le sujet. Toutes les techniques hypnotiques ne font rien d'autre que tenter de reproduire, aussi fidèlement que possible, les conditions de fixation du sujet sur le modèle, conditions qui permettent au désir du sujet de se modeler sur le désir de l'Autre

            C'est bien pourquoi l'hypnose peut aussi bien se pratiquer sur les planches, montrant de façon explicite et experimentale le jeu mimétique à un public auquel le théâtre de Shakespeare, par exemple, propose de voir la mimésis à l'œuvre au travers de situations plus élaborées.

               Tous les paradoxes du sacré se retrouvent du reste dans l'hypnose: si elle peut faire rire au théâtre, comme toute caricature, elle peut également être très dangereuse, lorsqu'elle est maniée par des malfaiteurs, our encore très bénéfique et curative, lorsqu'elle est utilisée en médecine.


R.G.: Ce que vous dites du théâtre, et notamment de Shakespeare, m'intéresse énormément, vous vous en doutez.


J.-M. O.: En effet. Vous montrerez, je pense, sans aucune difficulté, dans le théâtre de Shakespeare, comme dans tous les autres, l'exposition du fonctionnement de la mimésis et de tous les entrechats du désir mimétique.

                Il y a en particulier un phénomène qui apparaît très souvent au théâtre et se rapproche beaucoup de l'hypnose: c'st la passion amoureuse. Celle-ci en effet, au fur et à mesure qu'elle se développe, rétrécit le champ de la conscience et concentre par conséquent sur l'objet du désir toute l'attention du sujet. Le théâtre commence là, précisément, où l'objet apparaît. La fascination, ici, n'est plus fixée sur le modèle, mais sur l'objet du désir. Le triangle apparaît en filigrane, les rivaux peuvent se présenter, le théâtre naît comme expression transfigurée et symbolisée du désir mimétique, au-delà de ses expresions spontanées ou caricaturales que sont la possession et l'hypnose.

                Il faut souligner ces parentés. Il me semble, du reste, que dans certaines cultures, des formes intermédiaires entre théâtre et possession apparaissent, soulignant bien la continuité des phénomènes: un jeune homme est-il amoureux d'une jeune fille que l'on dit aussitôt qu'il est possédé par elle. (Note 99)

                    Dans la passion amoureuse, il faut y insiter, le chap de la conscience se rétrécit à un seul objet et on ne voit plus les autres... A la manière dont l'hypnotisé ne voit plus que l'objet nbrillant présenté par l'hypnotisateur; celui-ci du reste lui dit: "Vous n'entendez  plus à présent que ma voix." Et en effet... le désir mimétique est perte de la relativité, absolutisation du modèle. Et aussi limitation de la liberté.



(...)



Note 99: I.M. Lewis, Ecstatic Religion, 73-75. Michel Leiris, la Possession et ses aspects théâtraux chez les Éthiopiens de Gondar. Il faut lire également le chapitre VIII de Psychologie collective et analyse du moi sur les rapports entre la passion amoureuse et l'hypnose: "Verliebtheit und Hypnose", Gesammelte Werke XIII, 122-128. Les premiers écrits de Freud sur l'hypnose sont réunis dans le volume I de la Standard Edition.

 

 

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jueves, 1 de julio de 2021

Covid and Face Masks as Bioweapons

Pepe Viyuela, 'Encerrona'

Don Quijote, espectador de Lope de Vega

 En el capítulo XXVII del Segundo Tomo del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Alonso Fernández de Avellaneda. Don Quijote se encuentra con unos cómicos o "representantes" que le invitan a ver una comedia de Lope de Vega. Como se ve, es éste un preludio de las aventuras del Don Quijote de Cervantes en la Aljafería:


XXVII- Donde se prosiguen los sucesos de don Quijote con los representantes

Admirados quedaron en sumo grado los comediantes de ver el estraño género de locura de don Quijote y los disparates que ensartaba; pero Sancho, que había estado escuchando detrás del autor todo lo que su amo había dicho, le dijo:

-Pues, señor Desamorado, ¿cómo va? Acá estamos todos por la gracia de Dios.

-¡Oh, Sancho! -dijo don Quijote-, ¿qué haces? ¿Hate hecho algún mal este nuestro enemigo?

-Ninguno -respondió Sancho-, si bien es verdad que me he visto ya casi con un asador en el rabo, en que quería este señor moro asarme para comerme. Pero hame perdonado por ver me he tornado moro.

-¿Qué dices, Sancho? -dijo don Quijote-. ¿Moro te has tornado? ¿Es posible que tan grande necedad has hecho?

-Pues pesie a las barbas del sacristán del Argamesilla -respondió Sancho-, ¿no fuera peor que me comiera y que después no pudiera ser moro ni cristiano? Calle, que yo me entiendo; escapemos una vez de aquí, que luego después verá lo que pasa.

Entonces el autor, apiadándose de las congojas y trasudores en que vía a don Quijote, cansados ya de reír los estudiantes, Bárbara y toda la compañía, dijo:

-Ahora, sus, señor caballero, no es ya tiempo de más disimular, ni de traer encubierto lo que es razón que se descubra. Y así, habéis de saber, señor don Quijote, que yo no soy el sabio vuestro contrario de ninguna manera; antes, soy un grande y fiel amigo vuestro, y cual tal siempre y en todas partes he mirado y miro por vuestros negocios mejor que vos propio; y agora, por probar vuestra prudencia y sufrimiento, he hecho todo lo que habéis visto. Por tanto, déjenle todos luego, y huelgue y repose en este mi castillo todo el tiempo que le pareciere; que para tales príncipes y caballeros como él le tengo yo aparejado; y dadme, ¡oh famosísimo caballero andante!, un abrazo, que aquí estoy para serviros y no para haceros daño alguno, como pensastes. Y advertid que el venir aquí vos y la gran reina Zenobia ha sido todo guiado por mi gran saber, porque os importa infinito a vos y a vuestros servidores lleguéis a la gran Corte del rey católico, en la cual os aguardan por momentos un millón de príncipes, y de do habéis de salir con grande aplauso y vitoria.

Soltáronle en eso los mozos, y el autor le abrazó, y con él sus compañeros hicieron lo mismo. Cuando don Quijote se vio suelto, asombrado de cómo él le tenía por nigromántico y lo que le había dicho, teniéndolo todo por verdad, se levantó y, abiertos los brazos, se fue para él diciendo:

-Ya yo me maravillaba, ¡oh sabio amigo!, que en tan grande trabajo y tribulación como la en que agora me había puesto dejásedes de favorecerme con vuestra prudentísima persona y eficaces ardides. Dadme esos brazos y tomad os míos, desmembradores de robustos gigantes y verdugos expertos de enemigos vuestros y míos.

Con esto, todos le volvieron a abrazar con nuevas muestras de alegría; y, llegándose la mujer del autor a ver el rostro de aquel loco, a quien todos abrazaban, le dijo, considerada su ridícula figura:

-Señor caballero, yo soy hija de aqueste grande sabio su amigo; mire vuesa merced que si algún tiempo hubiere menester su favor, o si algún gigante o mago me llevare encantada, que no deje de favorecerme en todo caso; que aquí mi padre se lo pagará.

-Y aun -dijo otra de los representantes, que estaba aparte riendo- le dejará entrar de balde en la comedia con sólo medio real que le ponga en la mano.

Respondió don Quijote:

-No es menester, soberana señora, encargarme a mí lo que a vuestro servicio toca, teniendo yo tantas obligaciones a vuestro sabio padre; pero creedme que, aunque todo el universo se conjurase contra vuestra beldad y todos cuantos sabios y magos nacen en Egipto viniesen a España para tocaros en un solo pelo de la cabeza, que yo solo, dejado aparte el gran poder de vuestro padre, bastaría no sólo para defenderos y sacaros a pesar suyo de sus manos, sino para poner en las vuestras sus alevosas y falsas cabezas.

En esto, le llamó el autor, diciendo:

-Señor caballero, ya la cena está aparejada y las mesas puestas; y así, vuesa merced se sirva de venírnosla a honrar en compañía mía y destos señores, porque después tenemos que hacer un negocio de importancia.

Esto dijo porque pensaban ensayar, en cenando, una comedia que habían estudiado para Alcalá y la Corte. Estaba Sancho maravillado de ver a su amo libre de aquella prisión, y tan alegre, que, llegándose al autor le dijo:

-¡Ah, señor sabio!, esto de tornarme yo moro, ya que su merced nos ha dado a conocer su valor, ¿ha de pasar adelante? Porque en Dios y en mi conciencia me parece que no lo puedo ser de ninguna manera.

Respondióle el autor, diciendo:

-¿Pues por qué no lo podéis ser?

-Porque quebrantaré -dijo él- cada día la ley de Mahoma, que manda no comer tocino ni beber vino; y soy tan bellaco guardador deso, que, en viéndolo a mano, no dejaré de comer y beber dello si me aspan.

A esto, respondió un clérigo, que acaso se halló en la venta:

-Si vuesa merced, señor Sancho, ha prometido a este sabio mago volverse moro, no se le dé nada de la promesa, pues yo, en virtud de la bula de composición, le absuelvo así della como de lo hecho; y lo puedo hacer en su virtud, con sólo darle de penitencia que no coma ni beba en tres días enteros. Y advierta que, con sólo cumplir esta leve penitencia, se quedará tan cristiano como antes se estaba.

-Eso, señor licenciado, no me lo mande -respondió Sancho-, pues no digo tres días, pero aun tres horas no me atrevería a cumplir esa penitencia, aunque supiese que me habían de quemar, no haciéndolo. Lo que vuesa merced me puede recetar, si le parece, es que no duerma con los ojos abiertos, ni beba los dientes cerrados, ni traiga el sayo bajo la camisa, ni haga mis necesidades atacado. Estas cosas, aunque tienen su dificultad, yo le doy palabra de cumplillas en Dios y mi conciencia.

Llegaron tras estas razones a sentarse a cenar a la mesa; y, antes de hacello, estando todos alrededor della en pie y quitados los sombreros, comenzó el clérigo a echar la bendición en latín, y comenzaron a cenar. Y dijo el autor:

-Sepan vuesas mercedes, señores, que la causa porque Sancho no se quitó la caperuza a la bendición es porque aun le han quedado las reliquias de cuando era moro, si bien es verdad que aún está por retajar y circuncidar; pero he dilatado el hacello, por lo que, lleno de lágrimas, me rogó denantes: que le retajase, si era forzoso hacello de la caperuza; y no de la parte en que de ordinario se ejecuta la circuncisión, por ser ésa la de que su mujer estaba más celosa y de quien le pedía más cuenta.

Y, tras esto, fue contando todo lo que con él le había sucedido; y, acabando de hacello con la cena, levantados ya los manteles, prosiguió volviéndose a don Quijote y diciéndole cómo, para hacerle fiesta en aquel su castillo, había mandado hacer una comedia, en la cual entraba también él y la que le dijo que era su hija. Don Quijote se lo agradeció con mucho comedimiento; y, sentándose en el patio de la venta en compañía de Bárbara, del clérigo, de los dos estudiantes y de Sancho y de los de la posada, comenzaron a ensayar la grave comedia del Testimonio vengado, del insigne Lope de Vega Carpio, en la cual un hijo levantó un testimonio a la reina, su madre, en ausencia del rey, de que acomete adulterio con cierto criado, instigado del demonio y agraviado de que le negase un caballo cordobés, en cierta ocasión, de su gusto, guardando en negarle el orden expreso que el rey, su esposo, le había dado.

Llegando, pues, la comedia a este paso, cuando don Quijote vio a la mujer del autor, a quien él tenía por su hija, tan afligida, por hacer el personaje de la reina a quien se levantaba el testimonio, y por otra parte advirtió que no había quien defendiese su causa, se levantó con una repentina cólera, diciendo:

-Esto es una grandísima maldad, traición y alevosía, que contra Dios y toda ley se hace a la inocentísima y castísima señora reina; y aquel caballero que tal testimonio le levanta es traidor, fementido y alevoso, y por tal le desafío y reto luego aquí a singular batalla, sin otras armas más de las con que ahora me hallo, que son sola espada.

Y, diciendo esto, metió mano con increíble furia y comenzó a llamar al que levantaba el testimonio, que era un buen representante, el cual, riéndose con todos los demás de la necia cólera de don Quijote, se puso en medio con su espada desnuda, diciéndole que aceptaba la batalla para la Corte, delante de Su Majestad con solos veinte días de plazo. Y, mirando si hallaba alguna cosa por allí que dalle en gaje, vio arrimada a un poste de la venta una albarda y, sobre ella, un ataharre, y, tomándole medio riendo, se le arrojó diciendo:

-Alzad, caballero cobarde, esa mi rica y preciada liga, en gaje y señal de que sea nuestra batalla delante Su Majestad para el tiempo que tengo dicho.

Don Quijote se abajó y la tomó en la mano; y, como vio que del hacello se reían todos, dijo:

-No es de valientes caballeros ni de sabios y discretos príncipes reírse de que un traidor y alevoso como éste tenga ánimo para hacer batalla conmigo; antes habían de llorar, viendo a la señora reina tan afligida, aunque su ventura ha sido no poca en haberme hallado yo presente en tal trance para que semejante traición no pase adelante.

Y, volviendo la cabeza, dijo a Sancho:

-¡Oh mi fiel escudero!, toma esta preciada liga del hijo del rey y métela en nuestra maleta hasta de hoy en veinte días, que tengo de matar a este alevoso príncipe que tal testimonio ha levantado a mi señora la reina. 

 

(...)

 

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